XXIII.

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Llegó el día siguiente, un dolor de cabeza más y un recuerdo que al parecer aún seguía presente en mi mente

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Llegó el día siguiente, un dolor de cabeza más y un recuerdo que al parecer aún seguía presente en mi mente. Lo sucedido de anoche. Tome asiento en la cama con mi dolor matutino, con la diferencia que estaba en una cama caliente con un brazo alrededor de la cadera y un hombre dormido a mi lado. Me restregue uno de los ojos antes de enfocar la habitación, y enfocarlo a él. Bastian.

Mis dedos se deslizaron por la piel de su rostro, contorneando su mandíbula donde yacía una barba creciente con pequeñas canas que le deban un aire de seriedad. El brazo en mi cadera subió hasta detener su mano en el centro de mi espalda y llevarme más hacia dónde él dormía, clavando su rostro en mi pecho.

¿En qué momento entre en este problema? Lo que pasó de ser una fantasía adolescente con un hombre mayor, y una obsesión con una bailarina teatral, nos había traído a esto.

Un teléfono sonó obligándome a despegar mi mirada de aquel hombre dormido, lo busque con mi mirada en la habitación encontrándolo en el suelo. Bastian se volteó quedando boca arriba así que tuve tiempo de extenderme sobre su cuerpo y tomarlo del bolsillo de sus pantalones, el nombre de "Adrián" relucía en la pantalla.

- Bastian. -susurre tocando su brazo para despertarlo. La llamada se cayó dejando a la vista un montón de mensajes, no solo de ese hombre, si no de muchos otros.

Otra llamada entro, seguí moviendo su brazo con frenesí pero era como si estaba muerto. Coloque el teléfono en vibrador y se lo deje sobre el pecho, en algún momento de la mañana debería de sentir el vibrar del aparato. Me quedé sentada a su lado abrazando mis piernas, observando como el aparato se prendía y apagaba, pensando qué tal vez podría llamar... Pero ¿A quién llamaría?

El número que nos había dado mi padre dejo de responder como al mes siguiente después de irse de la ciudad por "negocios", mi hermano estaba en aquella cabaña que no quedaba tan lejos de aquí, y luego estaba yo. Pero no me llamaría a mi misma.

Vi su mano moverse para agarrar el aparato, abrió los ojos como si llevara rato despierto y me observo con aquella intensidad a la que nunca estaría acostumbrada. Se levantó de la cama y se fue hacia el balcón, tome el teléfono del restaurante y llamé para pedir servicio al cuarto. Él siguió hablando por mucho tiempo, incluso después que la comida llegará, aparte su parte y me comí la mía.

- Buenos días, ninfa. -susurró en mi oreja dejando un pequeño beso en mi cuello.

- Buenos días, Bastian. -le sonreí con timidez, no estaba acostumbrada a esta situación.

Tomo asiento y comenzó a comer mientras intentábamos sembrar un tema de conversación de cualquier cosa, no importaba si fuera trivial, informativo o por mera comunicación. Cuándo terminó, se despidió de mi con un beso asegurándome que vendría dentro de un rato.

Me sentía una tonta por estar en esta situación, ¿Quién permitía que todo esto sucediera con una persona tan despiadada? ¿En qué momento paso de ser el "Dios todopoderoso" que Sweet Doll amaba, a ser algo más para mi? Salí hacia el balcón arrastrando el sofá cuando los ruidos en la habitación contigua fueron muy vergonzosos, pedí un té al servicio y me acurruqué a mirar el bosque frente a mi.

Soy Daño Colateral. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora