Si a mí me iba mal, a Martín le iba peor, se había convertido en el juguete favorito de un niño agresivo, con la diferencia que ese "niño" media casi dos metros de altura. Bastian venía casi a diario, dejaba una bolsa de comida rápida cerca de mi antes de llevarse a mi hermano a otra habitación, los gritos, gemidos y llantos se habían convertido en mi vida diaria, aunque nunca me tocó, no pasaba más allá de unos cuantos empujones o gritos que me hacían llorar.
Observe a mi hermano, estaba medio dormido o desmayado, no sabría decirlo con exactitud. Tenía el pómulo roto y los labios agrietados, Bastian había dejado una pequeña sabana para mí mientras que a Martín lo dejo en ropa interior. El rayo de sol volvió a entrar por el mismo hoyuelo de siempre.
— Martín. —susurre, estire mi pierna dándole leves empujones hasta que reaccionó abriendo los ojos. — ¿Estás vivo?
— Agua... Por favor...
— No tengo agua, pero necesito que te despiertes.
Hizo una mueca de dolor cuando se levantó, su mano fue directo hacia su costilla y se sentó.
— Esto es una mierda... ¿Cómo me consiguió?
No respondí a su duda, solo observé mis dedos sintiendo la rabia de las mentiras que me habían dicho.
— ¿Puedo preguntar algo? —él me afirmó observándome con sus ojos castaños. — ¿Estás involucrado en un grupo terrorista?
— ¡¿Quién te dijo eso?! —se altera. — ¡No les creas ¿me entendiste?!
— Osea que si lo estás. —mi voz se quebró al instante. — Mataste a una niña y a su madre.
Los ojos se me cristalizaron bajo su mirada intensa, intento acercarse a mi y no lo deje arrastrándome hacia otro lado.
— Daf...
— Me mentiste toda mi vida... Yo... Creí que eres un ingeniero, que eras la mejor persona que conocí.
Sus ojos se cristalizan mientras mis lágrimas comienzan a deslizarse, la opresión del pecho me ahoga, sigo recordando que no puedo alterarme si no quiero colapsar pero no tengo control emocional.
— Son gajes del oficio. —justifica. — Son ellos o nosotros...
— ¡Era solo una niña! —me alteró. — Tenía toda una vida por delante... Y tú le quitaste ese derecho.
— ¡¿Y tienes idea de cuántas cosas han hechos ellos?! —grita haciendo que me encoja en mi lugar. — ¡Mataron a nuestra madre!
El corazón se me acelera, mis piernas pierden fuerza y con ellas mi cuerpo.
— ¿Qué? Mamá murió de una enfermedad...
— Mamá murió en un enfrentamiento con la mafia inglesa... Te guste o no, eres parte del grupo al que pertenezco. Es un grupo fundado por la familia y no lo puedes cambiar.
— No quiero ser parte de tu familia... Si es verdad lo que dices, mamá murió enfrentándose tu los asesinaste a consciencia.
Él se queda en silencio, se levanta y comienza a caminar de un lado a otro mientras murmura maldiciones. Aparto la mirada al ver el tatuaje que tiene en la espalda y que lo une a esa asquerosa organización, abrazo mis piernas intentando controlar mi respiración para que los mareos no empeoren.
— ¿Los estás defendiendo? —gruñe acercándose a mi. — ¿Estás defendido a...
— ¿A un padre que perdió a su hija? —me levanto del piso quedando muy por debajo de él. — ¿Por la verdad que me ocultaron diecinueve años de mi vida? ¡Si Martín estoy defendiendo a Bastian y al derecho de esa niña de estar viva!
El golpe en mi mejilla no se hace esperar, entreabro los labios con el ardor que cubre mi rostro, giro la mirada fijandola en él, en mi supuesto hermano que no parece arrepentido por su ataque de agresividad.
— ¿Y que hay de nosotros? —se acerca hasta dónde estoy. — ¿Qué hay del dolor de perder a una madre con cinco años de edad?
— Ni siquiera sabes si lo que te dijo papá es verdad... —susurre.
Sus manos van directamente a mi cuello tensandome cuando hace presión, mis uñas se clavan en sus manos, brazos, rasguño sus hombros cómo puedo mientras siento que cada vez me falta más el aire.
— Nunca, desconfíes de papá.
— ¿Y por qué te dejo aquí sabiendo que podían atraparte?
Hablo malgastando el poco aire que me queda. Los síntomas del tumor hacen que pierda más rápido la fuerza, el oxígeno no me llega y el cuerpo de mi hermano se ciñe sobre mi cuando mis rodillas ceden doblándose. Veo puntos negros a mi alrededor, los dedos me cosquillean y la garganta se me va cerrando hasta que escucho sus pasos y las llaves siendo tiradas al tazón.
No tengo idea lo que sucedió luego de que mi hermano me soltara, mi oídos seguían aturdidos, jadee para poder llenar mis pulmones de oxígeno, vi la luz del sol entrar por la puerta abierta de la cabaña antes de mis ojos se cerraran.
Apesar de estar en la inconsciencia me dolía la cabeza, sentía las punzadas penetrarse por cada capa intensificándose en el lado del tumor, sentí mi respiración pausada y el riguroso asiento de un auto contra mis dedos, aspire el aroma de madera y claveles, un aire frío chocaba contra mi rostro aún así no quise abrir los ojos.
Tenía hambre, sentía a mi estómago retorcerse por un bocado, tenía la garganta seca así que me decidí por mirar. Separe mis párpados pesados y miré por el vidrio del auto, tome asiento despacio para no agitar a mi cabeza confundida, estaba en la camioneta de Bastian pero él no estaba, sin embargo, los gritos que venían de la cabaña eran exagerados.
En los asientos delanteros hay una bolsa de comida con la misma marca de la que me llevaba Bastian, me acurruqué en la esquina de los asientos traseros.
¿Qué había sucedido? ¿Por qué mi hermano gritaba de tal manera y por qué no estaba encadenada? Tenía demasiadas dudas pero sabía que me había desmayado.
Tiempo después salió el hombre de ojos azules con las manos apretadas en puños de nudillos rotos, tenía sangre en la camisa blanca, abrió la puerta del piloto y abordo con la respiración agitada. No dije nada, no pude hacerlo cuando mis ojos se conectaron con el espejo y note las marcas que tenía en el cuello... ¿Habían intentando ahorcarme? No lo recordaba, solo sé que estaba intentado despertar a mi hermano.
Bastian se giró sobre su asiento mirándome de reojo antes de lanzarme la bolsa de comida.
— Come. —ordena.
Comienza a conducir alejándonos de la cabaña, gire la mirada fijando mi vista en la puerta con musgo que estaba cerrada con una cadena.
¿Martín estará vivo?
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Soy Daño Colateral.
Novela JuvenilNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...