No supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello:
...
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Hubo algo extraño en su reacción, como si un pequeño y desolado "crack" sonará en su interior. Como si hubieran demasiados recuerdos demoníacos atormentando su mente, dejándolo inquieto y ansioso. Como si estuviera reviviendo una situación, o lamentándose de haber hecho eso... De haberme atraído a su vida y dejarme entrar con la intimidad.
No dijo nada al salir del hospital, mucho menos en el camino devuelta a aquel motel varado en medio de la nada, tampoco cuando se sumió en el bar y dejó que regresara sola a la habitación. Me quite el pantalón de mezclilla quedando en bragas y tome asiento en la cama, abrazando mis piernas sin perder la vista de la puerta.
No entendía su actitud, tampoco su mirada perdida y mandíbula contraída. No sabía porque actuaba como si me hubiera tomado cariño en esta semana que ha hablado conmigo, como si el tener intimidad fuese algo especial para él y no su rutina diaria.
Mis ojos intentaron cerrase varias veces para sucumbir en el sueño pero lo evite, ¿Cómo podía dormirme si él estaba bebiendo solo? Pasaron unas cuantas horas después hasta que la puerta se abrió, Bastian entro de manera tambaleante, me levante dejando que agarra mis hombros con su brazo, intentando llevar a un hombre de dos metros a la cama. Cuándo logró hacerlo, me arrodille y quite sus zapatos, desabotone su camisa y tome valentía para aflojar su correa de cuero.
Quise no alzar la mirada, desee no haber visto esa herida abierta que surcaba en sus iris azules, porque gritaba dolor, decepción y tristeza. Pase saliva y deje que abrazara mis piernas recostando su cabeza de mi pecho... ¿Qué lo podría tener tan roto? Mientras estaba en esa posición logré sacarle la camisa, pase las puntas de mis dedos por su espalda tensa.
- ¿Te cuento una historia? -susurró. Para el olor que llevaba a licor estaba hablando a la perfección.
Se despegó de mi y volvió a enfocarme con sus océanos heridos.
- Por favor. -accedí.
- Un veinticinco de diciembre conocí a una chica. -comenzo con su relato.
Tome asiento en el suelo quedando entre sus piernas, su mirada bajo anclandose con la mía. Muy en el fondo, supe que no estaba ebrio, que estaba fingiendo para que yo no lo tomara en serio, así que le preste el total de mi atención.
- Era bailarina en el teatro del este, usaba un leotardo azul marino con unas zapatillas marrones... Solía pensar que el ballet era de maricas, hasta que la vi a ella... Representando una historia de una ninfa... Mi ninfa...
- ¿Y qué sucedió con ella? -inquirí interesada en aquel relato.
- Se convirtió en mi obsesión. -se sincero relamiéndose los labios al mirarme. - Y es tan lenta que no nota que estoy hablando de ella.
Enderece mi espalda, recordaba ese día como si hubiera sido ayer, el teatro se llenó hasta el tope por el relato de la mitología griega de la que había ganado el casting, recuerdo que había decidido darle otra oportunidad al ballet teatral. Lo que llamó mi atención era que el nombre de la ninfa era Dafne, como yo, lo que significaba "laurel".
- El Dios Apolo se enamoró de una ninfa tras un hechizo que le lanzó el Dios Eros cegado por la rabia a la arrogancia del aquel Dios perfecto... -susurre observando mis dedos morados. - Pero la ninfa estaba bajo el hechizo contrario, huyendo de él hasta que llegó a su padre y éste la convirtió...
- En un precioso árbol de laurel. -recito.
- No te recuerdo, Bastian.
- No podrías hacerlo, tenías mucha atención ese día.
También recuerdo que al bailar sentía una mirada cargada de deseo sobre mi pequeño cuerpo, había pasado tan solo un año y medio desde esa presentación, no había vuelto hacer otra. Y desde ese día tengo el anhelo de reencontrarme con esa mirada, que no solo vio delicadeza en mi, si no que también sintió deseo.
- Una de las mujeres que están con la señorita Wasler... Dijo que tú sabías quienes eran todas las mujeres que llegaban a tu organización... ¿Eso quiere decir que sabías quién era antes de secuestrarme?
Alce la mirada volviendo a ver sus ojos dilatados por el alcohol que había consumido. Se veía imponente, desde donde estaba, como un ser inalcanzable que se enderezaba al sentir la admiración ante él.
- Sabía quién era la mujer que bailó aquel día. Me sabía tus rutinas, dónde vivías, dónde estudiabas, aquel estudio donde enseñas clases. -un escalofrío recorrió mi espalda con sólo imaginar que él sabía absolutamente todo de mí. - Más no sabía que te habían escondido en mi casa.
- Pero si sabías que era una Fletcher.
- Y no deje de lamentarme por desear al enemigo desde ese día.
Me levante del suelo soltando un suspiro, me sentía inquieta, siempre supo quién era y quizás hasta me seguía y nunca lo note.
- Vamos, Bastian. Debes dormir. -murmure.
- Tu familia asesinó a mi hija. -el tema de conversación que tanto quise evitar surgió por el mismo, con ese tono de voz adolorido, cruel y cargado de odio. - Tu hermano apretó el gatillo sacando la bala que le atravesó el corazón.
Fruncí los labios apretandolos en una fina línea, los ojos se me cristalizaron con picor. Estaba cansada de llorar, pero desde que descubrí eso no podía sacarlo de mi cabeza.
- ¿Y tú esposa, verdad? -susurre.
Él no se inmutó, no me dio una respuesta pero si me observó fijamente.
- Bastian... No imagino el...
- No, Dafne, no imaginas el dolor que siento. Ni el que sentí. No sabes lo que es perder a alguien por el que darías la vida y para completar, como si eso no fuera poco, desear al enemigo.
Me calle con las lágrimas recorriendo mis mejillas, en ese momento no me miró con deseo como cuando despertamos esa mañana, tampoco con ese brillo extraño cuando me besó en la casa del alcalde. Sus iris azules destellaban rabia contenida, un odio profundo y unas ganas de asesinarme.
- Entonces no me desees. -susurre casi en una súplica. - No me mires de esa manera, tenía quince años cuando sucedió ese asesinato... Yo no tengo la culpa pero de igual manera, puedes asesinarme, igual voy a morir... Pero no me des miradas de esperanza justo antes de clavar el puñal.
Se levantó como si nunca estuvo mareado por la embriaguez, tomó mandíbula entre sus dedos con vehemencia y avanzó hasta que me clavo en la pared contraria a la cama. El miedo creció en mi interior, estrujando mis sentidos, estaba aceptando el morir pero no quería hacerlo en manos del hombre que siempre anhele que me observará, porque así como él me recordaba yo también lo hacía, aunque para ese entonces no sabía su nombre, ni su edad, nada de su vida.
Se que era el socio de mi papá, toda mi vida creí que era uno de sus clientes a asesorar, pero aún así, con tan solo quince años y las hormonas alborotadas, quise que él me observará con esa intensidad que cubrían sus ojos azules. Con ese azul pacífico que te prometía tesoros que iban a matarte por la profundidad en la que se encontraban, aún así, quise aprender a respirar bajo el agua para disfrutar de esos deseos silenciosos que conllevaba tener una mirada de Bastian Edevane.
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Estoy de vacaciones en la universidad, aprovechen 🫶🏻🩷