30.- Octava cita - parte uno

2.7K 435 103
                                    

Comunicado importante: he subido un comunicado importante en mi perfil XD.

En resumen: me voy de Wattpad, pero antes voy a acabar de subir Harry. 

Y, como me hace ilusión romper algún récord antes de irme, ¿qué os parece llegar a 300 votos a cambio de una pequeña maratón? Es más, por cada +10 votos después de 300, subo un capítulo extra de los que quedan para acabar la novela (son 9 + epílogo). Es decir, si llegamos a 300 votos, subo 2 capítulos. 310 subo 3 capítulos. Pongo una fecha límite para conseguirlo, digamos el 26 de mayo, si no llegamos, pues subo un capítulo con normalidad (siempre y cuando haya más de 265 votos).  ¿Os apetece?

*

Summer

Harry puede decir lo que quiera de los regalos, pero el lunes a mediodía, en lugar de comer con mi hermana y Roy, fui a buscarle uno. Se lo mandé esa misma tarde, antes de volver corriendo a la clínica.

Ni siquiera me costó decidir qué quería regalarle. Busqué la primera foto que me mandó, la que salía con Ellie y Friend, la imprimí en grande, la enmarqué y la mandé con una nota que decía: «deberías ponerla donde la veas cada día. Feliz cumpleaños». Le llegó el martes. Me mandó una foto del cuadro sobre la chimenea, con mi nota junto a ella como si fuera la descripción de un museo.

Harry: Llevas razón, pero hubiera preferido que fuera esta.

Me mandó otra foto, del día del pícnic con los perros y Ellie. Salíamos los dos, parecíamos felices, sonrientes. Si tengo que ser sincera, pensé en imprimirle una foto nuestra, pero quería darle algo que pudiera mirar siempre. Sin amargura. Y aún no sé qué pasará con nosotros después de nuestra décima cita.

Summer: Ojalá fueras rico y pudieras imprimírtela tú.

Le escribí eso por no mencionar que me encantaba la foto, que yo también la quería. De hecho, imprimí una copia de esa foto, aunque pequeña, y la coloqué en mi mesilla de noche para que sea lo último que veo antes de dormir.

Esa misma noche tuve que reconocer ante mí misma que estaba colgada de Harry. Muy colgada. Pero no me atreví a decírselo, porque ¿y si se daba cuenta de que había ganado la apuesta y ya no tenía más interés en verme?

Seguimos escribiéndonos mensajes a ratos, yo le mandaba fotos de Príncipe y Reina y él me mandó un par suyas en la oficina, poniendo cara de aburrimiento. Incluso hizo una de los miembros de la junta y me mandó un mensaje diciendo:

Harry: Si me quieres, mátame.

Le llamé, lo cogió extrañado en medio de la reunión. Le dije que fingiera una urgencia para huir de ahí. Lo hizo a las mil maravillas y se acercó a comer conmigo a la clínica.

―Menos radical que matarte. No sé qué haría sin ti ya ―le dije, sonrojándome un poco.

―Sí, mejor ―se limitó a decirme en un susurro.

El viernes me preguntó si me tocaba trabajar el domingo. Le dije que sí, con cara de pena, y luego le acusé de estarme volviendo una vaga con tanta salida. Me dijo que era una lástima, que entonces le reservase el siguiente domingo. No dejé de pensar en dónde me llevaría ni un minuto de cada día.

El domingo trabajé de malhumor. Mi hermana estuvo por allí rondando, encima, podría haberse quedado ella, yo lo hubiera hecho en su lugar.

―¿No te toca ir al béisbol con papá? ―le pregunté, por no decirle algo más borde.

―Sí, pero me ha dicho que va con Harry.

Esa idea me quitó todo el malhumor. Al menos había salido algo bueno de todo aquello. Me gustaba que Harry pudiera pasar tiempo con mi padre, me pregunté si era especial para él. Le pregunté por el béisbol. Me mandó una foto en la que se veía a mi padre de fondo, concentrando en el partido. A Harry le brillaban los ojos.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora