Estoy publicando SEIS capítulos seguidos, antes de avanzar, comprobad que no os estáis saltando nada y acordaos de dejar vuestro voto y comentario para hacerme feliz.
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¡Holis! Aquí acabamos la maratón, espero que la hayáis disfrutado y hayáis votado todos los capítulos y no solo este, que nos conocemos jajaja.
Ya estamos en la recta final del libro, ¿estáis nerviosas? ¡Yo sí!
Como hemos llegado (a falta de dos votos) a 350, ya casi es el final y os he regalado un montón de capítulos, he pensado seguir superando récords de despedida:
Subiré el siguiente capítulo cuando este tenga, al menos, 350 votos (esta vez sin fecha límite).
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Summer
Hasta el lunes no salgo de la cama. Me levanto temprano, me ducho y saco a los perros. Finjo que nada ha pasado. Finjo que puedo seguir llevando el peso del mundo sobre mis hombros. Y funciona un poquito. Consigo pasar las primeras consultas sin llorar, aunque no logro sonreír a los clientes. A mediodía como en la clínica, me compro una ensalada ya hecha en una tienda que hay cerca y ni siquiera salgo. Sé que mi hermana sacará a los perros.
Reina viene a verme, me sorprende un poco que se separe de Príncipe, así que voy a comprobar que está bien. El perro mordisquea un juguete como si pudiera sacar un filetón a base de apretarlo. Va a ser un perro grande, aunque no creo que tenga raza, su pelaje se ha oscurecido y es de un tono casi tan marrón como Reina. Sin tener en cuenta que sus caras no se parecen en nada, podrían pasar por madre e hijo de verdad.
―Summer ―me llama Roy con suavidad.
Me acerco a ver qué pasa. Hay un cartero que pregunta por mí. Me hace firmar. Cojo el sobre blanco y lo abro con un suspiro. Al leerlo siento que se me hiela la sangre en las venas, me tiemblan tanto las manos que Roy me lo quita de entre los dedos.
―Tienes que llamar a Harry ―me dice mi amigo.
―¡No! ¡No le necesito! Esto es problema mío ―le digo, quitándole de nuevo la carta―. Si se lo cuentas a alguien no volveré a hablarte en la vida, Roy.
Suspira, yo vuelvo a irme a la clínica, con Reina pisándome los talones. En el resto de consultas de la tarde no dejan de temblarme las manos. La carta me quema en el bolsillo. Cuando el último cliente se va, vomito. No puedo más. No puedo más.
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Harry
Las cortinas se abren y el sol me golpea en los ojos. Gimoteo y trato de cubrirme con el brazo. Juls se sienta a mi lado y me lo quita de encima. Supongo que tengo una pinta de mierda. Me duele la luz y mis ojos deben estar rojísimos. Coge la botella del suelo con un suspiro.
―Harry... ―susurra dolida.
―Julianna... ―replico, dándome la vuelta para protegerme del sol―. No he bebido.
―Está vacía.
Dejo ir una risa amarga. Salí a comprar alcohol, creí que lo necesitaba, pero me sentí tan mal al pensar siquiera en beber, que acabé vaciándola en el váter antes de cometer alguna idiotez.
―Créeme, no he bebido, si lo hubiera hecho, no me sentiría tan en la puta mierda.
―Está bien. ―Me acaricia la espalda con suavidad y luego noto su peso a mi lado y su calor contra mi espalda―. Estoy preocupada por ti, es martes, ¿sabes?
―Lo sé. Soy dolorosamente consciente de cada segundo de mi vida. Ahora solo quiero olvidar y no soy capaz ―reconozco.
Me giro de nuevo para quedar frente a ella y la abrazo con fuerza. Juls no se queja. Acaricia mi pelo con dulzura, besa mi frente y me aprieta contra sí.
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Si en diez citas...
RomanceHarry tiene un enorme vacío dentro que solía llenar con alcohol, pero con su chapa de quinientos días sobrio no le queda más remedio que buscar otra forma de sentirse completo. Y, cuando menos lo espera, se topa con la alguien que hace que ese aguje...