39.- Décima cita - parte uno

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Hola, chicas. Lo primero de todo quiero enviar todo mi cariño y desear mucho ánimo y fuerza a mis lectoras venezolanas. ¡Lo conseguiréis! Ojalá pronto podáis vivir en un país de paz y prosperidad.

Subiré el siguiente capítulo cuando este tenga, al menos, 365 votos (y tenga un rato libre para subirlo).

*

Summer

―¡Para un momento! ―me pide Harry, sujetando mi brazo.

Me suelto de él de un tirón brusco. Si no tuviera demasiado frescas las consecuencias de dar un puñetazo a un capullo, le arrearía uno. Me conformo con gritarle, apretando los puños.

―¡Te he dicho que me dejes en paz!

―¿Podríamos no montar un número en mi lugar de trabajo? ―pregunta.

Miro alrededor apurada. Me ha parado en el amplio recibidor delante de los ascensores, y de verdad hay mucha gente mirando, pendientes sin disimulo de cada palabra que pronunciamos. Me sonrojo y me arrepiento un poco de haberle gritado, pero cuando voy a disculparme me doy cuenta de que sonríe. Le doy un empujón con las dos manos de los hombros, pero ni siquiera consigo desestabilizarle.

Luego camino airada hacia el ascensor, pero el dichoso cacharro debe decidir que ahora no quiere subir rápido, aunque pulso el botón hasta que me duele el dedo.

―Venga, Summer... ―empieza de nuevo.

―¡No puedes tomarte en serio ni tu trabajo! No sé por qué esperaba que me tomases en serio a mí ―le digo frustrada―. No quería que te metieras en esto, es cosa mía.

―¿Y si un juez llega a condenarte a pagar a Stone?

―Pues... ya me hubiera buscado la vida. O habría ido a la cárcel, así no tendría que verte.

El ascensor se abre por fin. Me cuelo dentro, pero claro, Harry está pegado a mi espalda. Sube conmigo. Alguien más da un paso hacia nosotros. Creo que, en realidad, me he colado ya y él estaba esperando, pero Harry le dice que espere y pulsa el botón del aparcamiento. Yo pulso el de la planta baja. Las puertas se cierran.

―¿Crees de verdad que en la cárcel te librarías de mí? ―me pregunta―. Ni siquiera podrías huir y soy tu abogado, podría ir siempre que quisiera con excusas de mierda.

―¿Tengo que darte un puñetazo a ti para que me dejes en paz?

―Pues no, eso tampoco serviría, porque creo que me lo merezco, así que lo aceptaría.

Dejo ir un suspiro muy exagerado. El ascensor antes ha tardado la mitad de tiempo en recorrer la misma distancia, estoy segura. Aún vamos por la planta veinte.

―¿Qué quieres, Harry? Dilo de una vez, porque en cuanto llegue a la planta baja me voy a largar... del país, si hace falta, para perderte de vista para siempre.

―Vale ―murmura y pulsa el botón de «stop»―. Ahora no llegaremos a la planta baja y puedes escucharme.

―¡Joder, Harry! ¿Cómo te tengo que decir que me dejes en paz? ―Trato de pasar para pulsar algún botón de nuevo, pero sostiene mi mano con suavidad―. Di lo que quieras de una vez y déjame, por favor. No me gustan los ascensores.

Me mira seriamente, como si quisiera saber si hablo en serio.

―¿Eso desde cuándo?

―Desde que un capullo le ha dado al «stop» suspendidos a quince pisos de altura y, encima, encerrándome con él.

Harry sonríe. Y el del otro día, el desastroso y apático, a ese podía soportarle, pero al Harry perfecto que tengo delante, sonriente y con ganas de bromear... con ese no puedo. Da un paso hacia mí y yo me suelto de sus dedos, que siguen rodeando mi muñeca, y doy uno hacia atrás.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora