28.- Mansión

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Summer

Me despierto pasado el mediodía. Y me doy cuenta de que no tengo nada que hacer. Es el primer día que tengo libre de verdad en... quizá años. Hoy se encarga Roy de los perros, así que mi hermana y yo tenemos el día para nosotras. Voy a buscarla para ver si le apetece hacer algo, pero Roy me informa de que ha salido con unos amigos.

Decido darme un baño sin prisa, comiendo unos regalices y leyendo un libro. Me paso un buen rato en remojo, pero acabo aburrida de eso también. Y me encuentro tirada en la cama, envuelta en una toalla y escribiendo a Harry.

Summer: ¿Qué tal el béisbol?

No espero que Harry me responda, pero lo hace sorprendentemente rápido para estar organizando una cena en su casa.

Harry: Bien. ¿Qué tal tu día de descanso?

Summer: Me he despertado hace una hora, y luego he estado en remojo hasta hace cinco minutos, pero me aburro. ¿Puedo ayudarte con algo para la cena?

Harry: ¿Quieres venir a ayudarme en tu día libre?

Pone caras riéndose y me dan ganas de mandarle a paseo, pero en realidad sí quiero. Le pongo un gif de una niña emocionada diciendo «síííí».

Harry: Mira que eres rara. Ya sabes dónde vivo, puedes venir cuando quieras.

Y me lo tomo como una invitación en toda regla. Escribo a mi padre antes de ponerme de pie, para preguntarle básicamente lo mismo, que qué tal ha ido el béisbol, pero no me responde. Mira muy poco el móvil, pero no quiero llamarle, por si se enrolla mucho. Es una idiotez, pero quiero ir con Harry. Me digo que quiero ver su mansión por dentro, debido a una extraña curiosidad morbosa, pero ni yo puedo engañarme tanto.

Rebusco entre mi ropa hasta encontrar algo apropiado. Me imagino que va a invitar a muchos de sus amigos pijos, así que no quiero desentonar. Acabo eligiendo un vestido negro, atado al cuello y con una falda cortita y amplia. Y me pongo los tacones más altos que tengo, porque no me apetece que los ricos se pasen el día mirándome sobre el hombro.

Dedico un rato largo entonces a hacerme un recogido medio bonito, con algunos mechones rizados sueltos y a oscurecerme los ojos y darme brillo en los labios. No le doy muchas vueltas, voy bien.

Cojo un bolso pequeño de mano y meto el móvil y la cartera. Paso a despedirme de Reina, que está dormida con Príncipe. Le doy una caricia a cada uno y me despido de Roy, que juega al buscaminas en el mostrador.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora