34.- Novena cita - parte dos

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Estoy publicando SEIS capítulos seguidos, antes de avanzar, comprobad que no os estáis saltando nada y acordaos de dejar vuestro voto y comentario para hacerme feliz.

*

Summer

―No solo cocinas, encima lo haces de muerte ―le digo a Harry, y no puedo evitar que mi voz suene a acusación. No sé por qué no ha cocinado para mí antes.

―Ni que fuera la primera vez. ¿Quién crees que ha preparado nuestros pícnics? ―cuestiona.

Estamos sentados en una mesa cuadrada, no muy grande. Ha puesto un par de velas en el centro y unos pétalos rodeándolas. Además de unos platos bonitos y unos cubiertos elegantes. Está claro que se lo ha currado muchísimo y me arrepiento de no haberme arreglado más.

―No lo sé, la verdad, pensé que lo haría Juls.

¡Auch! ―se queja con una risa, llevándose la mano al pecho―. Creo que valoras muy poquito lo que hago por ti, Summer.

Me pregunto si lleva razón, mientras me mira con esa intensidad de nuevo. No sé qué le pasa hoy, pero parece... Un seductor. Creo que es eso, que hasta ahora nuestras citas han sido divertidas y relajadas, incluso la primera de alguna manera (quizá por las pintas que elegí ese día para salir con él, que nos quitaron toda la presión), pero hoy parece decidido a encandilarme. Y tengo que reconocer que Harry lleva razón. Es imposible rechazarle cuando actúa con esa intensidad.

―Quizá tú no te das cuenta de cuánto valoro lo que hago por ti ―rebato, centrándome en mi plato.

Uhm. Quizá ―murmura, con un tono sexi y ronroneante.

Todo mi cuerpo grita «peligro». Me he puesto de los nervios y creo que lo nota. Tengo la piel de gallina, pese al calor que hace, y el corazón me bombea con tanta fuerza que temo que lo oiga, o que me atraviese el pecho, como en un dibujo animado. Y necesito cambiar de tema, o me lanzaré sobre él como si fuera la última croqueta después de tres días de dieta.

―Príncipe ya casi está preparado para salir a la calle ―le digo, y sonríe un poco, como si hubiera notado mi esfuerzo por poner distancia. Se reclina un poco en la silla―. Pensé que a lo mejor querías acercarte a dar el primer paseo con él. Esta semana le pondré la vacuna y podrá salir, quizá podemos sacarlo el próximo domingo.

―Eso me encantaría ―asegura, pero su tono sigue siendo tan bajo y sexi que me parece que no está hablando de perros.

Yo me lleno la boca con los últimos tres raviolis a la vez, aunque son bastante grandes. Harry deja ir una risa suave y agita un poco la cabeza. Tiene que notar mi turbación y mis nervios, pero parece encantado con lo que provoca en mí.

―Tengo tarta de fresa de postre ―me dice.

―Te gustan mucho, ¿no? ―pregunto, tras conseguir tragar y dar un trago al refresco. Cuando me mira aclaro―. Las fresas. Siempre pones fresas cuando comemos juntos.

―Ah. Me obsesionan las fresas desde que llegué a la conclusión de que era a lo que debía saber tu boca.

Parpadeo, sin más, mientras él se pone de pie y se lleva los platos vacíos a la cocina. ¡¿Qué acaba de decir?! Me abanico con la mano y luego le sigo corriendo. El suelo de mármol de su casa es fresco, pese al calor. Lo sé porque me he descalzado hace un buen rato. Harry deja los platos sucios en el fregadero y se gira hacia mí, pese a que pienso que he sido discreta, parece saber perfectamente que le he seguido.

―¿Crees que mi boca sabe a fresa? ―pregunto, enrojeciendo, porque no sé qué otra cosa decir.

―Ahora seguramente sepa a tomate.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora