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Conversación familiar y con enemigos.
Mi cabeza hasta doliendo horrorosamente.
Los chicos de Apolo a cargo de la enfermería me habían dado unos pastillas pero estas parecían no funcionar, estaba recostada en una silla dentro de la oficina de Dionisio que murmuraba algunas cosas, de las cuales solo pude entender:
Ese estúpido rayito de sol.
El olimpo siempre tiene un maldito problema.
La pobre Eleonora sufriendo.
Mis manos estaban dando leve masajes en mis sienes intentando relajarme pero Dionisio cada vez alzaba más la voz logrando irritarme.
—¿Puedes hacer silencio, Dionisio?
—No.
—Gracias.
Suspiré, poniendome derecha en la silla, Dionisio me miro en silencio, señaló algo en mi rostro, lo mire con el ceño fruncido sin entender, y así fue durante los próximos dos minutos el señalando algo y yo no entendiendo para nada.
—¿Que?
—Tienes bolsas negras debajo de los ojos.
—No he podido dormir últimamente—Bufe molesta—Por culpa de alguien.
—¿Te acosa en sueños también?
—Estoy empezando a creer que está enamorado de mi.
Ambos reímos levemente, pero nos callamos al escuchar el grito de un campista diciendo: Las flores se está incendiando de nuevo. Dionisio y yo volvimos a reír, hasta que este se detuvo con una leve sonrisa en sus labios, se inclinó hacia mi.
—Sabes, hay algo que puede ayudarte a dormir.
—No voy a fumar esa cosa rara que usas.
—No hablo de eso, espera, ¿Como sabes que fumo?
—Puede ser que te encontrara fumando cuando buscando algo en tu nevera.
—¿Buscabas algo en mi nevera?
—Puede ser.
—Da igual, hablaremos de eso después, el vino puede ayudar.