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Los miedos de la diosa.
Alce la hoja, mirando mi letra con atención, tenía más de media hora sentada en el escritorio de mi hermano escribiendo una carta, o más bien una lista de las cosas importantes que tenía que hacer.
Hades estaba recostado en el sofá, en silencio, escuchando como la pluma marcaba un leve ritmo en la hoja, lo escuché suspirar al escuchar como me detenía de nuevo.
—Mi amada hermana—Se sentó en el sofá, mirándome—¿Qué te atormenta?
—Dionisio ya sabe que estoy viva, seguro ya le contó a Artemisa y ésta a Xenix y Theos, puedo imaginar el alboroto que deben estar haciendo.
—Yo puedo imaginar el alboroto de Zeus—Mi hermano me miró con una sonrisa ladeada—Se supone que estás en el tártaro.
—Inconsciente—Mascullo con una sonrisa leve—Ningún Dios puede detener los anhelos de una mujer.
—Zeus siempre ha sido algo...tonto.
—No hables mal de nuestro hermano.
—¿Aun lo defiendes?
—Es parte de la familia, sangre de nuestra sangre.
—No le importó mucho cuando hizo lo que hizo.
—No hablemos del pasado.
—Sabías que era un riesgo ponerte tan cerca de los dioses—Me apunto sonriendo—Pero aun así entraste tu alma en el cuerpo de ese bebe, te adueñaste y dirigiste su vida según tus decisiones, cruel.
—Los dioses no somos benevolentes, somos crueles por naturaleza, mejor ser temida por mis actos que amada por mi hipocresía.
—Tienes miedo—Dictaminó poniéndose de pie, puso sus manos en su pantalón—Por eso no has subido allá arriba.
—No te confundas, no tengo miedo de mis hermanos, tengo miedo de Xenix y Theos.
—Eres su madre, nunca te tocaría ni un cabello, esos dos te adoran, admiran hasta un suspiro que salga de tu boca nunca harían nada en tu contra.
—Lo mismo dije de Zeus y mira donde estamos
Hades suspiro, el sabia que tenia razón, confíe plenamente en mi hermano y lo único que gané fue que me expulsara al tartaro, donde vivi por milenios sufriendo las estúpidas palabras de Crono, escuchando su plan y fingiendo ser su aliada, hasta que encontré una brecha, con ayuda de Hades y Rea pude abarcar un cuerpo semihumano, claro, Eros y Afrodita ayudaron a que el plan funcionara.
Eros me permitió entrar en el cuerpo de su recién fallecida bebe, y yo pude tener una vida fuera del Tartaro, su afecto hacia mi no cambió, recordé las miles de veces que me recordaba que yo era su niña, sin importar que.