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La pérdida de un hijo, puede unir o destruir un matrimonio.
Casi corrí hacia la enfermería del campamento, Apolo venia detrás de mí, casi la misma velocidad que yo. Intente entrar a la enfermería, pero Dionisio me sostuvo por la cintura con Quirón manteniendo quieto a Apolo en su sitio.
Mire los ojos de Dionisio con desesperación.
—Déjame entrar—Casi suplique—Por favor.
—No entres, Ele—Pidió mirándome con suplica y pena—Mejor no entres.
—Te lo imploro, déjame ver a mi niño.
Dionisio miro hacia Apolo, que estaba igual o mas angustiado que yo, El dios del vino me soltó y yo entre con rapidez a la enfermería, mi paso se fue ralentizando al acercarme a la camilla.
Michael lloraba en silencio, mientras una sabana blanca tapaba a Lee, mi Lee.
—No—Susurre dejando caer las lagrimas por mis mejillas, un sollozo brusco escapo de mis labios, me acerque con prisa a la camilla, intente quitar la sábana blanca, pero Michael me hizo retroceder sosteniendo mis hombros—¡Mi Lee!, ¡No!
—Ele, no lo veas—Susurro Michael con voz rota—Te lo suplico no lo veas, no se parece en nada a Lee, eso... no quiero que el ultimo recuerdo que tengas de él sea eso.
—No—Susurre—No, no ese no es... No es Lee. ¡No puede serlo!
Sentí mis piernas temblar, quise consolar a Michael, pero no podía ni consolarme a mi misma, mis manos fueron a la sabana, pero no la quite, solo puse mi mano en su pecho, llorando al no sentir latido alguno.
Escuche como Apolo le decía algo a Michael, pero no escuche, me concentre en el niño que ahora estaba muerto en la camilla, mi niño, el niño que yo vi crecer, que admire, que ame, y el niño que no volvería a escuchar a hablar.
—No, mi Lee, no puede ser—Solloce—No, no, no. ¡No mi niño, no!
Caí en sentada en el suelo, sin dejar de ver la camilla, quedándome sin aire, negando con mi cabeza, esto no podía ser cierto, no Lee, no mi niño, esto es imposible, no puede estar sucediendo.
Puse mis manos en mi cabello halando con fuerza, unas de mi manos golpeo el suelo con fuerza, sentí las manos de Apolo tomar mi rostro, obligándome a mirarlos a los ojos.
Sus ojos estaban sin brillo, pero húmedos con rastros de lágrimas en sus mejillas.
—Ele, tienes que tratar de respirar—Susurro—¿Si preciosa?, tienes que intentar respirar.
—No puedo respirar—Solloce—Lee, Apolo es Lee.
—Lo sé, amor, lo sé, se que duele.
—Me duele mucho, no puedo respirar, es mucho dolor.