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Pelea entre semidioses con problemas de inferioridad.
—¡Esa fue tu gran idea!
Moví mi cabello hacia atrás nerviosa, Dionisio solo suspiro acostándose en su silla de nuevo, estaba que saltaba por las paredes de los nervios, que aún no supiésemos nada de Annabeth estaba poniéndome realmente frustrada.
Dionisio estaba negado ha que saliese del campamento a buscarla, justificando que Artemisa ya estaba en eso.
—Estas poniéndome de los nervios.
—¿Yo a ti? —Dije incrédula—Mi niña esta desaparecida.
—La niña de Atenea.
—Es mía, yo la cuide y la he criado, así que es mía.
—Te dije que no te encariñaras con ellos.
—No soy como tu Dionisio, no puedo fingir que no me importan porque no soy una pared de hielo, hacer que no me importen no hará que no me duela si les pasa algo.
—Si funciona de maravilla.
—Para ti, hablas con la hija del amor, ¿Recuerdas?
—¿Ya lo aceptas?
—Desde que me entere siempre he aceptado que Eros es mi padre.
—No lo pongo en duda. Haremos un atrapa a la bandera con las cazadoras, es tradición.
—Con haremos te refieres a mí y Quirón, ¿cierto?
—Obvio.
Solté una risa por lo bajo, me acerque a Dionisio abrazándolo este se quejó en voz baja, pero me dejo abrazarlo.
—Aunque me pongas de los nervios, te quiero.
—No te pongas sentimental.
—Conmigo no tienes que fingir que no te importo, eres mi primer padre, Eros es el segundo en práctica.
—Pues que comience a estudiar, porque ser tu padre es un trabajo a tiempo completo.
—Cierto.
Suspire soltando a Dionisio que me miro con ojos cálidos.
—Te haces adulta muy rápido.
—Me hago vieja.
El dios del vino desvió la mirada, Dionisio odia hablar del tema, pero yo envejeceré y el lo sabe, solo no quiere aceptarlo, no aún.
—No me pasara nada, D, me veras envejecer y me ayudaras con mis muletas cuando ya no pueda caminar.
—No te ayudare.
—¿No empujaras mi silla de ruedas cuando tenga ochenta?