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Atentado contra un Dios.
Guarde silencio viendo a Hestia que se removía en su asiento inquieta, mis hijos y yo habíamos venido al su templo a pasar el día mientras Apolo ayudaba a Artemisa con algo que no entendi.
Pero Hera estaba inquieta desde que llegó Afrodita, quien bebía tranquilamente de su te, alce una ceja hacia ambas.
—¿Qué sucede entre ustedes dos?
Ambas se miraron entre ellas y negaron.
—Nada—Dijo Hestia—No sucede nada.
—Están tensas—Hable—Y Afrodita no ha dicho nada extraño y tu, Hestia, pareces algo incómoda a su alrededor.
—Dije algo hace unos meses—Dijo Afrodita sonriendo con algo de pena—Hestia no quiere dejarlo pasar.
—No es eso, solo que no me gustó el comentario de Afrodita.
—¿Qué comentario?
—Las cosas están tensas, ya lo sabes, pero el único problema que aún abunda en el Olimpo es tu aparición—Hablo Afrodita—Todos saben que usaste a Eleonora como disfraz, pero es algo difícil de entender para otros, y se han creado rumores.
—¿Rumores?
—Han reconocido a Eleonora como el único amor puro de Apolo.
Mis ojos pasaron a mi hermana Hestia al escuchar sus palabras, sonreí levemente tragándome esa sensación amarga.
—¿Qué ha dicho Apolo al respecto?
—Nada—Dijo Hestia—No lo negó.
—Da igual, él sabe que somos la misma persona, y al final del día, a quien amo y ama es a mi.
—Pero técnicamente no son la misma persona—Afrodita se removió en su asiento—Tú eres Elethea la Diosa, ella era Eleonora la indefensa y pura semidiosa que pasó por toda una vida de desgracias.
—Somos la misma persona.
—No lo son. Y lo sabes, no tienen los mismos sentimientos, ni los mismos pensamientos, son diferentes, ella era más humana, tú piensas como un Dios, y actúas como uno.
—Pero...
Sentí mi corazón hundirse en mi pecho, tecnimente somos la misma persona, yo era quien estaba en su cuerpo, quizas no tengamos las mismas actitudes, en su cuerpo yo solo era una semidiosa, en este soy un Dios, un ser sumamente poderoso.
Pero Apolo sabía que yo era ella, y que se había enamorado de mí, entonces él no podía querer más aquella versión que a mí, ¿Cierto?
Me puse de pie y me disculpe con las dos, comenzando a alejarme, dejaría a mis tres hijos aquí hasta que ellos quisieran volver a su hogar, pero ahora yo tengo que averiguar que tan cierto es lo que pienso, porque no me quedaré con esa duda.