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Hécate cumpliendo deseos.
Había llegado al bar antes de que Percy, pero al ver la cara alarmada de este comenzó a buscar el peligro alrededor con rapidez.
El bar tenía grandes ventanales en los cuatro lados, lo cual les ofrecía una excelente panorámica del ejército de guerreros esqueleto que habían ido a matarlos.
De repente había varios rodeándoles, Eleonora reconoció a tres que les habían perseguido antes, los esqueletos chirriaron los dientes al reconocerlos.
—¡Al ascensor! —Grito Eleonora.
Se disponían a correr hacia allí cuando se abrieron las puertas y salieron tres guerreros más. Ya estaba todo el ejército, listos para matarlos.
—¡Guerra de burritos! —gritó Grover cogiendo uno antes de tirarlo por los aires.
Consiguió darle a un esqueleto arrancándole el cráneo de cuajo.
Los demás mortales del bar se unieron a la pelea de comida entre risas. El grupo bajo los peldaños de las escaleras de tres en tres mientras comida volaba por encima de sus cabezas.
—¿Y ahora qué? —Preguntó Grover cuando salieron al exterior.
Cuando llegaron a la plaza de las estatuas de bronce, el ejército consiguió acorralarlos.
Los esqueletos avanzaban formando una media luna. Sus compañeros venían desde el bar. Uno de ellos todavía se estaba colocando el cráneo sobre los hombros.
—Cuatro contra once—Mascullo Zoë mientras alzaba sus armas—Y ellos no mueren.
—Tratemos de ser positivos—Susurro Eleonora buscando una salida—Siempre hay una manera de escapar.
—La hay—Murmuro Percy antes de mirar a Thalía—Rézale a tu padre.
—Nunca responde.
—Solo por esta vez—Pidió Percy—Siento que estas estatuas nos darán buena suerte.
Los esqueletos se acercaron mas.
—¡Vamos! ¡Hazlo! —Grito Percy.
—¡No! ¡No responderá!
—¡Esta vez será diferente!
—¿Quién lo dice?
—Atenea creo—Dijo Percy.
—Tiene razón, Thalía—Dijo Eleonora—Rézale.
Thalía cerro sus ojos y comenzó a murmurar una súplica, Eleonora saco su arco y lo tenso viendo la flecha aparecer, dudo unos segundos antes de entrecerrar sus ojos, apretando el arco.
—Apolo—Susurro llamándola tanto en su mente como en voz baja—Estamos pasando por un mal momento, y se que dudas de mí, yo también lo haría en tu lugar, pero todo tiene una razón, una gran razón, concédeme tu bendición en este tiro. No me abandones.
