Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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«Si pudieras cambiarlo todo, ¿te enamorarías de mí? Porque yo sí, lo haría. Viviría todo de nuevo con tal de tenerte en mis brazos, aun sabiendo que jamás tendremos un futuro».
Nunca me gustó mi cabello, de hecho, jamás me gustó de verdad ninguna parte de mi cuerpo. Esta maraña de rizos y mechones platinados que intento poner en control cuando soy consciente de que es una tarea en vano.
No debería preocuparme mi aspecto. Después de esta noche, nada importará. Ni mi cabello, ni mis ojos grises, ni mis labios rojos cereza. Tampoco importará que las personas me consideren alguien hermoso.
Observo mi reflejo en este espejo circular con luces a su alrededor. Estoy solo y me siento más solo que nunca.
Debería haberlo visto venir, debería haber previsto que todo terminaría así. Yo volviendo al sitio del cual nunca pude despegarme, y él, bueno, siendo él.
No es responsable de las expectativas que me hice, no es responsable de haberme enamorado. No tiene la culpa de que el juego se haya salido de control y yo hubiera terminado perdiendo frente a él. Duele y es bastante irónico. A esta altura imaginaba haberme acostumbrado a perder frente a él.
¿Por qué ahora iba a ser diferente? ¿Por qué la vida iba a mostrarme otra cara de la historia cuando desde el principio ambos pactamos nuestro final?
Este era el desenlace previsto, el único que ambos podemos tener. Lo mejor para ambos.
Tomo en mis manos la sombra de ojos color gris plata. Mi dedo medio hace círculos sobre la textura sedosa que pronto va a decorar mi piel blanquecina y se fundirá con otros colores, con más brillo para este espectáculo que atestiguarán algunas decenas de personas, pero que revelará mi verdadero rostro.
Mis ojos pasean sobre las escasas pertenencias que me acompañan en este tocador antiguo, en este sitio que considero mi hogar.
Un hogar vacío, retorcido, lúgubre. Una cueva oscura que me ha servido para apaciguar mi dolor. Esta herida del alma que me he acostumbré a fundir con el dolor físico y el placer.
«¿Qué estoy haciendo?».
Me lo pregunté tantas veces a lo largo de estos años, en donde descubrí este escape que se tornó en una pasión oscura. Mi pasión oculta frente a la profesión que el mundo conoce y admira de mí.
«Ander Kovac».
El segundo mejor tenista del planeta, el playboy, el gracioso, el modelo, el de sonrisa fácil, el ángel. Soy consciente de qué podido ser todos ellos sin ser ninguno al mismo tiempo.
La música resuena más allá de estas paredes de papel. Acerco mi rostro al espejo, y con suaves toques, la textura que impregna mi dedo se adhiere a mis párpados, a mis ojeras y se difumina sobre los pómulos para darles luz.
