2 ¿Por qué te castigas?

1.1K 159 181
                                    

Moscú, Rusia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Moscú, Rusia. Cuatro años antes.

El dolor y el placer eran dos caras de la misma moneda. Para el gran tenista Ander Kovac, toda su vida gravitó sobre uno y otro. Una especie de yin y yang que solo las mentes como la de él lo entendería.

El calor de la piel luego del primer azote, el subidón de adrenalina cuando llegaba el segundo. Limpio, honesto, sin filtro. Era todo a lo que Ander aspiraba cuando una buena sesión de sexo y locura, tal y como le llamaba su mejor amigo Felipe Becerra, comenzaba.

La posibilidad de ser otra persona, la oportunidad de encontrarse en una disyuntiva que tenía tanto de provocadora como prohibida.

Ander tenía la tierna edad de dieciocho años cuando llegó a Hypnos, y, como si fuera una adicción, nunca más pudo de alejarse de ella.

La rebeldía, el mal genio, la cólera, todo quedaba bajo el peso del látigo donde el dominador imponía. Un nuevo azote, un cálido y abrazador golpe que provocó que un escandaloso gemido saliese de su boca.

«Estás loco».

¿Cuántas veces escuchó esas palabras de la boca de Felipe? ¿Le importaban?

Por supuesto que no. Aprendió a balancear su vida de «chico dorado del tenis» con esta pasión que lo llevaba al límite y lo hacía olvidar quién era.

¿Sabía acaso quién era?

La respuesta parecía sencilla, pero la verdad es que Ander se sentía más como él cuando estaba detrás de la máscara que en una cancha de tenis frente a miles de personas que gritaban y coreaban su nombre.

A lo largo de los años, Ander aprendió que hay gustos culposos, pequeños placeres que trastornaban la existencia de un mortal que ya no tenía ganas que lo adoraran como un dios, pero tampoco tenía las pelotas para plantarse frente al mundo y mostrar su verdadera esencia. Ese era justamente el problema.

Ander era bello y millonario, simple y acaudalado. Nadie era inmune a sus encantos, y a lo mejor eso era lo agotador de este embrollo.

Había conquistado a todos menos a él, y por mucho tiempo su parte inconsciente deseo que él también lo mirase.

«El innombrable».

Así es como lo llamaba su amigo Felipe, y desde luego estaba en lo correcto. La cuestión era que aquel idiota ocupaba todos los pensamientos de Ander.

La historia había comenzado mucho tiempo atrás cuando ninguno de los dos aún sabía lo que el destino les deparaba. En ese momento, cualquiera que le hubiera dicho a Ander que terminaría docenas de veces enredado entre las sábanas con ese hombre habría sido candidato al psiquiátrico.

—Anda niñita rubia ¡No tenemos todo el día!

Ander levantó la vista y maldijo por enésima vez a su rival. A ese que debía encontrarse en cada lugar, en cada espacio porque, para su pesar, sus padres incluso compartían cenas de negocios juntos.

Match point - Bilogía Match point Libro 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora