Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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Carlos dio un sorbo al café amargo mientras estaba en el comedor de la mansión que compartía con Gabriel Petrov. Todavía no se quitaba la bata. La congoja provocó que apenas se diera una ducha buscara el teléfono y llamara a su cliente.
¿Qué podía hacer para ayudarle? ¿Acaso tenía solución lo de Ander?
—¿Y esa carita?
Carlos volteó hacia su novio parado en el umbral de la puerta que dividía el comedor de la amplia cocina.
—Nada.
Gabriel negó y le dio una sonrisa.
—Eres muy mal mentiroso.
—A lo mejor tú eres muy bueno, por eso te das cuenta.
Gabriel rio y se acercó a la mesa donde se encontraba su novio. Puso sus manos sobre los hombros y los masajeó. Carlos se dejó llevar por el tacto firme y tranquilizador.
—¿Qué ocurrió?
—Ander recién aparece—pronunció el mánager—, dice que todo está bien, pero es mentira.
—Vamos, una buena follada siempre te resetea.
—Ese será tu caso. —Carlos le dio una sonrisa y cerró los ojos cuando el masaje se intensificó—. Ander tiene otra manera de reaccionar a los conflictos.
Gabriel se carcajeó.
—Hombre, Ander es igual a mí o a Iván. Tenía mis dudas, pero luego de anoche todo cuadró. Estaba caliente con Emmanuel. Liso y llano.
—Emmanuel es un monstruo bajo y ruin—calificó Carlos—.Dime, ¿tú saldrías con el Diablo?
El luchador se encogió de hombros.
—Si folla bien, desde luego que sí.
—¡Gabriel!
—¿Qué?
—Estoy hablando en serio. —Carlos hizo un puchero. Gabriel se mordió el labio inferior.
—Dios, te ves tan lindo cuando frunces la boquita así.
—Cállate—Carlos hizo una mueca. No quería sonreír—, tú siempre me sacas del tema.
—Amor—Gabriel se sentó a su lado y colocó las manos sobre las de Carlos—, ¿cuántas veces te he dicho que no puedes salvar a todo el mundo? ¡Y por lo visto Ander no quiere eso! ¡Déjalo ser!
—Hay mucho dolor en Ander—confesó con tristeza—. Si tu miraras esos ojos como lo hago yo.
—Me ves en ellos, ¿verdad? —indagó Gabriel y Carlos asintió.
—Quiero mostrarle que puede salir adelante como lo hicimos nosotros.
—¡Pues hazlo! —Gabriel lo alentó—¿Sabes cuál es el problema aquí? No deseas solo revelarles la receta, tú quieres que la cumplan a rajatabla ¡Eso es imposible! Vive y deja vivir.
