Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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Natalia Simonetti era una fotógrafa italiana que llevaba cerca de una década viviendo en Rusia. Su estilo desinhibido y estrafalario era su sello. Nadie era ajeno al talento de Natalia quien había retratado a verdaderos dioses del Olimpo. No había deportista que no tuviera una sesión de fotos con la italiana, no obstante, fue una de esas sesiones la que la hizo saltar a la fama y que en ninguna parte de Rusia ignoraran su nombre.
Uno de los protagonistas fue Carlos Ferrari, quien era, casualmente, el mánager de Ander Kovac y Felipe Becerra. Carlos participó en una serie de fotografías junto a su pareja Gabriel Petrov cuando este daba sus primeros pasos como campeón mundial de kickboxing. Explícito sería un calificativo mediocre para las imágenes que Natalia obtuvo ese día. Carlos y Gabriel se habían deshecho de placer sobre las paredes y cortinas del estudio, y Natalia, como una gran afortunada, presenció e inmortalizó cada detalle a la luz de los flashes de su cámara.
El estudio fotográfico de Natalia estaba en el centro de Moscú, una vieja mansión en donde también vivía junto a su pareja de hacía solo seis meses. Un escultor ruso con el que viajaban por el mundo.
—¡Amore!—Natalia abrió la puerta de su estudio y recibió a un Ander que estaba hecho un manojo de nervios.
—Ciao, bella —respondió Ander y le dio un abrazo.
—Pasa, el maquillador te está esperando. Recién termina con Emmanuel.
Ander miró su reloj. Faltaba hora y media hora para que comenzara la sesión.
—¿Ya está aquí?
—Tranquilo, me ha prometido que no te morderá, ni nada de eso. Paz y calma por hoy—explicó la fotógrafa. Ander dio una risilla nerviosa. Natalia frunció el ceño—¿Estás bien? ¿Te pone muy incómodo trabajar con él?
—No, no—Ander negó—, es solo que Emmanuel, a veces, es complicado.
—Tranquilo. —Natalia le guiñó un ojo—. Esos son mis favoritos. Los leones que se transforman en gatitos en mis manos. Ya lo verás. Tú solo relájate.
Lo que le estaba pidiendo era una tarea titánica, pero la mujer lo desconocía. Atravesaron un pasillo decorado con imágenes en blanco y negro. Ander se detuvo un segundo y sonrió. En una aparecía Carlos y Gabriel. Carlos estaba de frente a la cámara, apoyado sobre cortinas de satén, Gabriel entre sus piernas, de espaldas a las cámaras. Su mánager tenía los ojos cerrados, y la boca entreabierta entretanto la lengua de Gabriel recorría su cuello.
—Muy audaz el enano, ¿no crees? —Ander desvió su mirada hacia Natalia quien estaba cruzada de brazos a un par de metros de él—. Gabriel lo llama así todo el tiempo.
—Creo que es la imagen más sensual que he visto en mi vida. —Se sinceró—. Eres muy talentosa, de verdad.
—Gracias. —Natalia asintió con una sonrisa de labios cerrados—. Es un honor que New Heaven me eligiera para esta campaña. Ven conmigo.
