Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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—¿Hay algo de morbo en esto de arruinarme la vida o simplemente eres un hijo de puta liso y llano que disfruta viendo cómo se destruye todo?
Vlad Ullianov tenía sus manos puestas en la cintura de su pantalón de diseño hecho a medida junto a una camisa color lavanda impecable. Buscaba alguna lógica al accionar de su socio. De este tipo que irrumpió en sus vidas haciéndose con la mitad de las acciones de la compañía y complicándole la vida de un modo inesperado.
—Vlad, ¿hablas esto con tu psicóloga? Si no lo haces, pues, deberías. Tu narcisismo hace que pienses que eres el centro del mundo.
Isra Bréznev le dio una sonrisa torcida, de esas que le hacían hervir la sangre de impotencia a Vlad.
—¿De verdad me estás llamando narcisista? ¿Tú? ¿El tipo que busca cada día hundir una agencia que le costó a mi padre sangre sudor y lágrimas mantener? Perdóname si me causa gracia.
—No te comportes como un mocoso imbécil. —Isra lo señaló—. Esto no es un bar dónde te diviertes con tus amigos. Es un negocio y el objetivo es ganar dinero.
—Fíjate que ese punto lo he entendido—ironizó Vlad—. Justamente por eso tener paz y tranquilidad entre nuestros clientes es fundamental. Ya hiciste un desastre con la llegada de Misha Kózlov. Afortunadamente, tuvo la decencia de retirarse y dejarnos de salpicar. Sobrevivimos a eso, y ahora, cuando estamos conformando equipos sólidos de trabajo, decides aceptar como parte de la agencia a Emanuel Urich. El tipo más insoportable que he conocido en mi vida.
—¿En serio? —Isra arqueó una ceja—. Siendo mánager de Gabriel Petrov pensé que estabas acostumbrado a tratar con gente difícil.
—Emmanuel no es difícil—replicó Vlad—. Es un idiota que no le tiembla el pulso para aplastar a todo el mundo para mantenerse en el número uno, sin mencionar que es un maleducado que no tiene respeto por nadie.
—Lo adoran—esgrimió Isra en tono orgulloso.
—Lo valoran por ser número uno—corrigió Vlad—. Para adorar una persona, esta, al menos una vez, debería mostrar un dejo de empatía.
Isra dio un bostezo como si estuviera aburrido de la conversación.
—Vlad mientras mi dinero esté invertido en esta agencia, mi opinión siempre estará.
—¿Por qué carajo lo hiciste? Nunca entendí el motivo por el que le compraste las acciones a todos mis socios para formar parte de algo con lo cual estás disconforme.
—Error—replicó Isra y esquivó el tema—. Yo no estoy disconforme con la agencia, sino con tu actitud de malcriado.
—¡Vete al carajo! —Vlad le mostró el dedo medio y, en ese momento, fue consciente de que ese hombre sacaba lo peor de él—. Todos los clientes que has traído son conflictivos. No hay una sola persona que haya llegado aquí de tu mano y no haya tenido inconvenientes.
