40 Una oportunidad 💖🔥

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Ander vestía una bata de seda gris que combinaba con sus imponentes ojos

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Ander vestía una bata de seda gris que combinaba con sus imponentes ojos. Radil lo dejó a solas con Emmanuel. Escuchó la versión de ese hombre y se preguntó en qué momento ese tarado dejó de ser un villano para convertirse en el héroe de la historia. Lo había vengado, hizo lo que nadie jamás hizo por él. Se arriesgó al punto de perder todo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó con el dolor que palpitaba en su pecho—. Te escribí, ni siquiera fuiste capaz de responder un mensaje ¿Sabes lo he sufrido por tu silencio? ¿Piensas que haré borrón y cuenta nuevo después de todos estos meses de ausencia?

—Desconocía las consecuencias de mis acciones—explicó sentado en la silla frente al tocador. Ander estaba afirmado en la pared opuesta—. Si te interrogaban, si ellos sospechaban de mí, tú serías una víctima y no iba a permitirlo. Son hombres peligrosos, han golpeado a personas y las dejaron al borde de la muerte.

—Me destruiste. —Ander contuvo las lágrimas—. Me sentí usado como un trapo viejo y descartado.

—Perdóname. —Emmanuel tenía las manos juntas a modo de oración cerca de su pecho—. Si me das una oportunidad, yo...

—No, Manu— replicó Ander—¿Cómo sé que ahora eres honesto? ¿Cómo me aseguro de que esta es tu verdadera cara? —Emmanuel se humedeció los labios y se puso de pie—. No te atrevas a acercarte.

—Hay algo que también me tomé el atrevimiento de averiguar sobre ti. —Ya no importaba si no le daba una chance. Le contaría todo lo que sabía—. Quiero que mires esta fotografía.

Buscó en el bolsillo de su pantalón de vestir una foto en blanco y negro. En ella aparecía un niño de cabello platinado enmarañado, junto a un hombre y una mujer. Ander la asió entre sus manos, los cristales de su vida pasada que aún permanecían en pie se trizaron.

—Conozco al hombre—el aire escaseaba en el minúsculo vestuario—, y ese niño...

—Eres tú, Ander—interrumpió—, y ellos son tus verdaderos padres.

Ahora todo tenía sentido. Las piezas del rompecabezas encajaban a la perfección. Sus sueños y pesadillas eran parte de su vida, una vida que su mente subconsciente ocultó para que Ander pudiera seguir viviendo.

—Yury y Celia Kalinsky. Ellos son tus padres—confesó Emmanuel. Ander rozó las imágenes desteñidas y el sufrimiento lo embargó—. Murieron en un incendio.

—Los asesinaron.

Emmanuel dio un suspiro. Ander ya sabía la respuesta.

—Tu madre llevaba meses en cama. Durante ese tiempo, Yury contrató a un joven para que lo ayudara con la casa a cambio de comida y un lugar para dormir. La cosa fue que...

—¿Qué? —Ander se enfocó en su amante—¿Él los mató?

—No—Emmanuel se rascó la frente—, al parecer, el muchacho era homosexual, y sabes lo que sucedía años atrás. Incluso si no lo hubiera sido, los rumores eran suficientes para que una partida de campesinos ignorantes te cortara la verga.

—«Haz de cuenta que tus manitos son alitas, mariposa. Todo estará bien. Lo prometo»—pronunció Ander y se cubrió la boca—. Eso fue lo último que me dijo mi padre antes de abandonarme en el bosque.

Emmanuel percibió que la garganta se le secaba. Ander se deslizó por la pared y cayó al suelo. El hombre se colocó de rodillas y lo abrazó.

—Quizás estoy cometiendo un error al contarte la verdad, pero no podía callar esto.

De pronto, las imágenes llegaron a su mente. Sus manitos cubriendo su cara frente al incendio que se llevó la vida de sus seres amados. Los cuerpos de sus padres y del muchacho al cual sentenciaron.

—Perdí a mi hermana cuando era muy joven. Una cabeza dura que jamás me escuchó y se casó con un perdedor.

—¿Tuvo que ver en su muerte o algo así?

—No era bueno para ella, ¿está bien? Era un vago que no le importaba nada, solo su cabañita en el bosque. Un irresponsable.

—¿Tu hermana vivía en el campo?

—Sí, junto a su marido y a un amigo de este.

—¿Nunca quisiste visitarla?

—Murió hace dos décadas atrás, Ander. No tengo familia en Ucrania.

—¿De qué murió tu hermana?

—Celia, se llamaba Celia, y no murió, la asesinaron junto a su esposo y al amigo de ellos.

La actitud reacia de su madre, el simple hecho de que no había fotografías de él cuando era un bebé, la cuestión de que siempre se sintió como un extraño en su propia familia. Su alma sabía la verdad.

—Los quemaron vivos. —Emmanuel lo abrazó y lo contuvo contra su cuerpo. Ander temblaba—. La primera en morir fue tu madre—relató—. Al muchacho lo golpearon hasta que su cuerpo solo fue una masa de sangre y huesos rotos. Tu padre huyó contigo al bosque y te dejó allí. Cuando todo pasó, estimo que saliste de tu escondite y regresaste a casa, pero ya no existía. Te encontraron dos días después las autoridades, cubierto de nieve y cenizas, al borde de la muerte. Fue allí donde avisaron a tu tía, es decir, a quien conoces como tu madre quien te adoptó.

Ander se separó del calor de ese hombre y se limpió los ojos. Su maquillaje era un cúmulo de colores que manchaba su piel. Sorbió con fuerza y se puso de pie. Emmanuel también lo hizo.

—De verdad lo lamento. —Emmanuel estaba consternado—. Sé que en este momento debes odiarme un poco más.

—No—replicó Ander—, ya te dije que te perdoné en aquel mensaje de texto que te envié. Tampoco me arrepiento de todo lo vivido. Ni de lo que hice, ni de lo que soy, ni de lo que vendrá.

Dio un paso hacia adelante y Ander se alejó.

—Te amo, Ander—confesó en un último intento por recuperar al amor de su vida—. Siempre te he amado, incluso cuando pensé que te odiaba.

—Quisiera que me odiaras—Ander se limpió las lágrimas que caían incontrolables—, todo era más fácil en aquella época.

—No puedo volver el tiempo atrás, y tú tampoco puedes. Solo existe este momento, y deseo estar contigo.

Ander tenía los ojos hinchados. Se enfocó en ese hombre que ya no se parecía en nada al idiota soberbio del que se enamoró.

—La vida se trata de elegir todo el tiempo—argumentó—. Mis padres decidieron su destino cuando le dieron cobijo a un extraño, Saphir y Mónica también lo hicieron cuando me aceptaron como parte de su vida. Tú lo hiciste cuando me prometiste que siempre estarías conmigo y desapareciste.

—Ya te dije el motivo por el cual lo hice, maldita sea. —Emmanuel contuvo las ganas de gritar—. Por favor, acéptame y te juro, por mi vida, que nunca te arrepentirás.

Ander estrechó la mano hacia Emmanuel. Este le devolvió el gesto. Ander colocó en su mano la vieja foto de sus padres. La culpa y el dolor quedarían en el pasado, del mismo modo que las mentiras que todos le dijeron.

—Lo nuestro es imposible, Manu. —Su voz se entrecortó—. Nada que se construye sobre una mentira es bueno. Tú mentiste, no importa cuán loables fueran tus acciones. Una mentira es una mentira, y ya me cansé de ellas.

—Ander.

—Te agradezco que hayas venido, de verdad, me has ayudado tanto a descubrirme a mí mismo—señaló hacia la puerta—, pero es el momento de seguir, y es lo que haré esta noche.

—No es obligación que estés aquí, por favor.

—Ya lo sé—Ander le sonrió—, esta vez, actuaré porque lo deseo, no porque lo necesite.


Match point - Bilogía Match point Libro 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora