13 ¿Qué esperas de nosotros?💖🔥

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Moscú, Rusia

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Moscú, Rusia. Dos días después.

El aroma a carne asada y hierbas impregnaba el amplio comedor que no tenía nada que envidiarles a los antiguos zares. Ander jugaba con las arvejas que decoraban el elegante plato. Su padre estaba en la cabecera y su madre frente a él.

—Hijo, apenas has probado bocado ¿Te encuentras bien?

—Sí, mamá.—Ander le dio una sonrisa nerviosa a la mujer—. Solo estoy un poco cansado.

No fue una de sus mejores excusas, pero desde que retornó de Japón, Ander carecía de una mente pensante. No había recibido noticias de Emmanuel, y eso lo ponía todavía más ansioso ¿Qué juego quería inventar? ¿Por qué no iba al grano y dejaba de complicarle la vida?

Estuvo a punto de reír con la última pregunta que su mente hacía. A Emmanuel le encantaba joderle la vida, y ahora tenía un gran motivo para hacerlo. Ander fue consciente de que su rival poseía la inteligencia suficiente para mantenerlo en vilo el tiempo que él deseara. A Ander solo le quedaba esperar por el próximo paso.

Su padre se limpió la boca y volvió a poner la servilleta sobre su falda.

—Estuviste algo flojo en la final, Ander—reprendió—. Después de tu brillante actuación en las semifinales esperábamos más de ti.

No era sencillo ser el orgullo de esos dos seres. Implicaba más esfuerzo y sacrificio que el de cualquier mortal. Ander odiaba que el pese de la mirada severa de su padre se asemejaba a un elefante recostado sobre su espalda.

—Sabes que te queremos—Su madre agregó—, sin embargo, es difícil dejar pasar este hecho. Has entrenado tan duro hijo, ¿por qué dejaste pasar la oportunidad de traerte ese trofeo?

—¿Se han puesto a pensar que, a lo mejor, Emmanuel también tiene un poco de crédito en su propio triunfo? Digo, por la forma en que hablan asumen que jugaba solo.

Ander trató de defenderse de la mejor manera que pudo sin ofender sus sentimientos.

—Estabas frente a un hombre que había jugado cinco horas el día antes para clasificar a la final. Era tu oportunidad, Ander.

—Papá.

—Urich es muy bueno, pero no es mejor que tú—afirmó Ilenko—. Solo me resta concluir que, para ti, esto es era un mero divertimento. Fue así como te lo tomaste.

Ander presionó el tenedor en su mano con todas las fuerzas. Comenzó a doblarlo.

—De todos modos, imagino que no estás aquí para hablar de tenis, si no para pasar un momento con nosotros, y te lo agradecemos, cariño. —Fue su madre y sus débiles intentos conciliadores los que calmaron el tsunami verborrágico que estaba a punto de salir de su boca.

—Tienen una linda manera de demostrarlo, mamá.

—No le hables así a tu madre.

—¿Así cómo? ¿Con la verdad?

—Cuida tu tono—señaló su madre—. Sabes que estamos aquí para ser tu sostén.

Ander frunció el ceño y luego se carcajeó. Se rio tan fuerte que nadie en esa mansión fue ajeno a su ataque de risa. Las lágrimas brotaban de sus ojos, simplemente era incontrolable. Sus padres lo observaban escandalizadas. Como si ese sonido fuera desconocido.

Ander se limpió las lágrimas. La cara de su padre era de piedra.

—Vaya, esa estuvo bueno, mamá. Y yo que pensaba que ninguno de los dos hacía bromas.

—Te desconozco. —Ilenko destacó—¿ Has venido a burlarte de nosotros?

—No—replicó harto de los cuestionamientos—, he venido a compartir una puta cena porque hace dos meses que no los veo.

—¡Tu lenguaje! —Ilenko golpeó la mesa. Las copas y los platos tintinearon—¿Dónde te has criado acaso? ¡En un establo!

—Bien, fue suficiente. —Ander se puso de pie cansado de la parafernalia—. Se supone que son mi familia, y a veces actúan como un par de desconocidos.

—Ander, ¿qué esperas que hagamos?

La pregunta fue un flechazo mortal en su estado anímico. Su madre lo observaba como si no entendiera lo que su hijo necesitaba. Como si Ander fuese una especie de anomalía indescifrable.

—Nada, mamá ¿Qué podrías hacer?

—No te atrevas a marcharte y dejarnos solos en la mesa.

Ander observó a ese hombre poderoso sentado en el cabecero con su traje gris de tres piezas impecable. Siempre se sintió como un extraño en la familia, a pesar de que, a veces, le decían que era su orgullo ¿De qué le valía eso?

—Nos vemos.

Y sin decir una palabra más se marchó de la mansión, dejando a sus padres sumidos en un profundo silencio.

Ander asió el abrigo oscuro y se lo colocó sobre su traje. Ese anticuado disfraz que odiaba y que solo usaba cuando visitaba a sus familias. Caminó hacia afuera de la mansión y descendió por las escalinatas de cemento. El frío se hacía carne. Sus ojos fueron hacia el cielo. La noche albergaba miles de estrellas y un inmenso disco plateado que lo iluminaba más allá de las tenues luces artificiales.

Ander ya no solo sentía que le había fallado a sus padres, sino también a sí mismo.

El celular vibró en el bolsillo y Ander cerró los ojos. Llevaba dos días en que cada mensaje que recibía lo llenaba de ansiedad incluso antes de mirarlo.

Te espero esta noche en Hypnos. Digo, si tienes los cojones de aparecer por allí.

Genial, era la frutilla del postre para coronar una noche gloriosa. 

Match point - Bilogía Match point Libro 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora