Epílogo 3 💖🔥

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Dubái, Emiratos árabes unidos

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Dubái, Emiratos árabes unidos.

Un mes después.

—No te muevas.

—¿De verdad no te molesta mi peso?

—Hasta tu sudor se siente bien sobre mi piel.

Emmanuel salpicó besos sobre la mandíbula libre de vello. Ander dio un gemidito cuando sus manos iban y venían sobre la espalda sudada y sus piernas se mantenían enredadas a la cintura de su novio.

«Novio».

La palabra todavía le resultaba extraña y divertida. Anhelada incluso. Ander nunca tuvo un novio. Una persona que lo acompañara, que le diera cobijo y amor. Un ser que lo hiciera sentir especial.

Los labios de Emmanuel se arrastraron sobre el cuello y desembocaron en la boca hinchada. Ander los recibió colmado de felicidad. Sus lenguas batallaron por hacerse el control. El pene que había estado muy activo en la última hora volvió a endurecerse. Ander enganchó su pierna derecha a la de su amante y lo hizo rodar en la cama para posicionarse encima de él.

Emmanuel dio un suspiro de satisfacción y llevó sus manos detrás de su cabeza. Ander apoyó sus empeines por encima de las rodillas de su amante y se balanceó en círculos sobre su pelvis.

—Eres tan zorra—pronunció maravillado Emmanuel.

—¿Qué? ¿No te gusta?—Hizo un puchero adorable.

—No, me fascina. —Las dos manos que estaban detrás de su cabeza fueron a las nalgas prominentes de su amor y golpearon la carne sin contemplación. Ander aulló de placer.

—¡Eres malo! —exclamó y una nueva nalgada cayó.

—Sacude ese culo si quieres sentarte mañana—ordenó Emmanuel. Su verga se asemejaba a una roca en el cálido y húmedo interior. Ander cerró los ojos e inició un erótico vaivén.

Emmanuel se irguió y rodeó con su brazo la estrecha cintura. Ander envolvió el cuello del hombre quien enganchó su boca al tierno pezón derecho que parecía una cereza madura de lo hinchado y apetitoso.

—Para—echó su cabeza hacia atrás—, tengo que usar una camiseta mañana.

—¿No me contaste que los cubrías con cinta adhesiva?

Ander iba a decir algo más y las caderas de Emmanuel se impulsaron hacia arriba.

—En serio, hombre. Dudo que pueda venirme de nuevo.

—Tienes veintitrés años—recordó Emmanuel con una gran sonrisa—. Claro que puedes.

Emmanuel retuvo sus muñecas en la espalda con una mano mientras la otra fue a la cadera y lo inmovilizó. Ander hizo una mueca entre dolor y placer cuando las estocadas rudas tocaron su próstata.

Match point - Bilogía Match point Libro 2 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora