Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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Moscú, Rusia.
Dos días después.
Pocas veces, Emmanuel estuvo orgulloso de su árbol genealógico. Sus parientes eran conocidos por ser hombres y mujeres cuyos bajos instintos los dominaban. Grandes empresarios, puestos en los altos mandos militares, posiciones en los tribunales de justicia. No obstante, todos esos contactos, a veces, eran provechosos.
Emmanuel corrió a través del bosque a toda velocidad. El sitio quedaba a quince kilómetros de Moscú y era su lugar de ejercicio predilecto. Saltó un rio y atravesó algunos obstáculos entretanto continuó su rutina para fortalecer su musculatura y el corazón.
La camioneta estacionada a un costado de la calle principal lo hizo correr hasta allí. Sasha bajó del vehículo y se cruzó de brazos.
—Veo que hoy has comenzado temprano.
—Sí, debo ir al gimnasio en la tarde—respondió Emmanuel agitado—¿Cómo has estado?
—Bien. —Sasha se encogió de hombros—'¿Qué hay de ti? ¿Por qué tanto misterio esta vez?
Emmanuel bebió de la botella de agua que llevaba en la mano y se secó el sudor con la camiseta.
—Necesito más información.
—¿De tu chico dorado?
—Sí—replicó Emmanuel—, todo lo que puedas encontrar de él.
—¿Qué pasa? ¿No confías en él?
—No es eso—argumentó—. Ander me provoca curiosidad, como si hubiera algo más que desentrañar.
—Estás obsesionado. —Sasha rio y sacó un cigarrillo que encendió de inmediato.
— Guarda tus análisis pseudo psicológicos. —Emmanuel cortó su línea de pensamiento—¿Puedes hacer esto o debo conseguir a alguien más?
Sasha le dio una larga pitada a su cigarrillo y lanzó el humo sobre la cara del tenista quien tosió ante la sorpresa.
—¿Te gusta desafiarme? —indagó con malicia. El tenista se cruzó de brazos.
—Estoy esperando una respuesta, ¿es posible o no?
—Haz de cuenta de que estás hablando con Dios. —Sasha le dio una nueva pitada al cigarro—. Todo es posible al que cree.
—Genial, es lo que me faltaba—masculló Emmanuel.
—Dijiste que eran varias personas—expresó Sasha—¿Quiénes son los otros?
—Isra Bréznev.
—¿Isra? —Sasha se carcajeó—¿Te vas a joder al viejo también?
—Isra nos quiere joder a todos—aclaró—, solo quiero estar preparado.
—Hecho, ¿algo más?
—Sí—Emmanuel dio un suspiro—, y esto es un pedido especial. Requiero saber todo de Gleb y Valentino Lukov.
