Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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Estaba en el lugar donde prometió no regresar. Estaba en ese sitio que no había extrañado desde que comenzó a acostarse con Emmanuel Urich.
—Muéstrale que tú también vales. Sal con alguien, haz esta publicidad. No permitas que te desmorone. Dale celos.
—Dudo que sienta celos.
—Yo pensaba lo mismo de Gabriel, pero, créeme, fue ese el detonante que lo llevó a mis brazos.
A Carlos le funcionó aquel plan. Llevó a Gabriel a saltar al vacío sin miedo. Ander desconocía si alguna vez él y Emmanuel saldrían de la clandestinidad, pero eso no le quitaba el sueño. Solo lo deseaba para él.
«Mírate, desesperado por tu enemigo».
Había pasado varios niveles de humillación para estar ahí. Se preguntó dónde quedó su dignidad, y la verdad es que no le importó. Ander no sintió vergüenza de aceptar que le pasaban cosas con Emmanuel. Después de contarle la verdad, después de que el hombre lo consolara y le hiciera el amor, no quedaba nada más.
¿Qué podía perder?
Ander se dirigió a la puerta trasera que conectaba a ese espacio que pocos conocían de Hypnos. A Radil se le iluminó la cara cuando apareció.
—¡Por Dios! ¡Has vuelto!
—Uno siempre vuelve al lugar donde se siente único. —Ander le mintió. Ya no estaba ahí por voluntad, sino más bien por una imperiosa necesidad.
Radil lo abrazó con intensidad, como quien se encuentra con un gran amigo después de algún tiempo. Ander le sonrió, era el único que conocía su rostro en ese sitio.
—¿Vas a actuar hoy?
—No lo sé. —Se humedeció los labios— ¿Crees que habrá alguien dispuesto?
—¿De verdad me preguntas eso? —Radil arqueó una ceja—. Eres el bombón que todos desean probar.
Ander le sonrió, un escalofrío lo invadió al recordar su última sesión en el club. No la había pasado bien.
—Radil.
—¿Sí?
Ander caminó junto a su amigo hacia el tocador donde ocurría la magia.
—No quiero tener sexo. Solo necesito algunas marcas—afirmó. Radil frunció el ceño y sonrió.
—Entiendo, ¿un poco de juego y nada más?
—Exacto.
—¿De verdad no deseas sexo? ¿Tú?
—Es largo de explicar. —Ander carecía de las palabras correctas para hacerlo—. ¿Crees que es posible?
—Por supuesto. —Radil asintió—. Ser un dom no solo tiene que ver con el sexo y lo sabes. Hay dominadores que solo necesitan esa descarga de poder sobre otro para sentirse plenos. Si esa es tu condición para hoy, podemos hacerlo.