Dos rivales que se odian y se desean con la misma intensidad.
Un hombre que solo piensa en sí mismo.
Un hombre con un oscuro secreto.
Un acuerdo, un chantaje, un juego de pasión y deseo incontrolable.
Un juego que ninguno de los dos está dispues...
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Ander no se equivocó. Las fotos trajeron a los pies de Felipe a uno de los hombres más calientes que vio en toda su existencia presente y vidas anteriores.
«Eric Morgan».
Su cabello húmedo y despeinado, las gotas de agua resbalaban por su rostro y pecho que sobresalía del agua de la tina, sus ojos lucían puros y cristalinos. Una gran blasfemia si se tenía en cuenta el contraste de sus orbes verdosos con la verga dura en su mano derecha que mostraba con nitidez todo lo que podía ofrecerle.
Ander estaba junto a Felipe cuando recibió ese video de un minuto, por lo que tuvo una panorámica completa de lo que iba a conseguirle a su amigo.
—Felipe más vale que aceptes, de lo contrario, te lo quito.
—Cállate. —Felipe golpeó a su amigo Ander—. Dios, ¿cómo pude ser tan idiota? ¡Le dije mi nombre real!
—Y pensar que temías que te descubriera.—Su amigo se burló— ¡Sorpresa! Te pasas, hombre.
—Deja de reírte, imbécil—reprochó Felipe en un estado de desesperación.
—Entonces deja de darme material para que lo haga.—Ander se limpió las lágrimas—. Dame ese celular.
—¿Qué vas a hacer?
—Voy a hacer magia y te lo voy a conseguir.
Felipe cerró los ojos y dio un suspiro. Esto era una pésima idea. Lo fue desde el principio. Él no servía para estas conversaciones. Felipe no seducía, no tenía sexo escandaloso. Eso les pasaba a otros hombres, como, por ejemplo, a su bello amigo.
Ander podía tener a cualquiera con solo dar un guiño de ojo. El sexo escandaloso les sucedía a hombres como Eric que parecían el mismísimo Apolo en su versión anglosajona.
Ander movió sus dedos con agilidad sobre el teléfono. Una sonrisa maliciosa pobló sus sensuales labios.
—¿Qué estás escribiendo?—preguntó Felipe—. Dame ese celular.
—Claro que no.—Ander tiró del teléfono cuando Felipe intentó sacárselo de las manos—.Estoy a punto de concretarte el mejor contrato de tu vida. No me desconcentres.
—Ander.—Felipe luchaba con su amigo—.Ya dejémoslo así. Soy patético, ya lo entendí.
—Oh por Dios.—Ander abrió los ojos como platos y su mandíbula estuvo a punto de descolgarse—. Mierda, sabía que estando así de bueno la debía tener grande.
—¿De qué estás hablando?—. Felipe agarró el teléfono y tuvo en primera plana el miembro de Eric. Tragó saliva. Esos ojos verdes invitaban a tantas cosas, del mismo modo su torso musculoso, y luego estaba esa belleza que sostenía con su mano derecha.
—Dame eso.—Ander recuperó el teléfono. Felipe estaba en shock. El ucraniano escribió a toda velocidad. Felipe apenas era capaz de procesar una mínima idea.
