11- Sombras

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La noche había caído, las estrellas ocultas tras un velo de nubes oscuras. En un callejón solitario, apenas iluminado por la luz parpadeante de una farola, Bell se encontraba atrapada.
Su respiración era agitada, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras la figura imponente de Oliver la acorralaba contra la pared fría y sin vida.

-¿Qué quieres, Oliver? -preguntó Bell, intentando mantener la calma, aunque el terror se enroscaba en su estómago como una serpiente venenosa.

Oliver dio un paso adelante, su sonrisa cruel era una herida abierta en la oscuridad.

-Oh, querida, solo quiero recordarte a quién perteneces -susurró, su aliento cargado de amenazas.

-No te pertenezco...

Oliver le jaló el cabello con tal fuerza que se le salieron algunos pelos.
-Te equivocas, aún somos marido y mujer.

...

...

...

Mientras tanto, Evan, llamaba insistentemente al teléfono de Bell.
-Vamos, responde...

-Te dejó solo?

Evan volteó, Sally estaba en la puerta, desnuda.
-Que... Que mierda haces Sally!?

Dijo Evan, con asco mientras se tapaba los ojos.
Ella sonrió y caminó hacia él.
-Lo siento, necesitaba estar a solas contigo, por eso la tuve que alejar.

El chico quitó su mano de su cara y la miró con odio.
-Que hiciste?

Sally se sentó sobre el escritorio y abrió las piernas, dejando libre acceso a su intimidad.
-Le dije que eras muy bueno en la cama y se lo creyó.

-Que?

Sally tomó la entrepierna de Evan con su mano derecha y empezó a frotarla, esperando una reacción.
-Vamos, se que quieres hacerlo. Ella está con su esposo ahora, podemos divertirnos.

Al escuchar que ella estaba con Oliver, su mente se nublo. Sintió que se iba de la realidad a estar encerrado en un pequeño cuarto, mientras Sally lo masturbaba.

De un segundo a otro, la tomó con tal fuerza, que la levantó de la mesa. Sally estaba emocionada pensando que por fin la haría suya, pero voló por los aires, cayendo sobre el suelo.
-QUE HACES!

Gritó, adolorida.
Evan no la miró, no respondió. Salió de la oficina echo una furia, llamando una y otra vez a Bell.

Consumido por la preocupación, recorría las calles.
La desesperación lo embargaba, cada segundo sin encontrarla era una eternidad de angustia. Sentía algo por ella, algo que iba más allá de la simple preocupación; era una conexión que no podía explicar, un lazo que se tensaba con cada latido de su corazón.

De repente, un grito ahogado resonó en la distancia, cortando la noche como un cuchillo. Era ella. Corrió, sus pasos retumbaban en el pavimento, cada vez más rápido, más fuerte. Los gritos y gemidos de Bell se escuchaban cada vez más cerca.

Cuando por fin vio al hombre a unos pasos, se enfureció.
Oliver estaba golpeando con sus puños el estómago de Bell, mientras ella rogaba que parase.
-Oliver, basta... Porfavor...

Escucharla, suplicar, fue suficiente.
Oliver apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando se abalanzó sobre él desde la oscuridad.

-¡No la toques! -rugió, sus ojos ardían con una intensidad que no era de este mundo.

Bell observaba, paralizada por el miedo y la sorpresa. La mirada y la furia de él no era de Evan, era Kai, quien emergió de las sombras de su mente, una fuerza indomable nacida de la necesidad de proteger a Bell.
Kai era todo lo que Evan no podía ser en ese momento: feroz, implacable, un guerrero en la batalla contra la oscuridad.

Kai luchó con una ferocidad que dejó a Oliver desorientado, cada golpe era un mensaje claro: Bell no estaba sola.
-Hijo de perra, crees que puedes pegarle!?

Aunque el miedo a Oliver era abrumador, una parte de ella se sentía segura con Kai.

La lucha fue breve pero intensa, y cuando Oliver sacó la misma navaja de antes.
-Bell, me las vas a pagar. Eres mía.

Finalmente huyó, derrotado y humillado. Pero Kai lo iba a seguir si no fuese por Bell que lo detuvo.
-No... No me dejes sola...

Kai se volvió hacia ella. Su mirada era dura, pero en sus ojos había un destello de ternura que solo Evan podía mostrar.

-Estás a salvo ahora, Bell -dijo Kai, su voz era un susurro que llevaba consigo la promesa de protección.

Le sacó el cabello de la cara y pudo ver su mejilla hinchada y su labio sangrante.
-Lo voy a matar.

Bell se acercó, temblorosa, y por un momento, se permitió apoyarse en él, en la fuerza que Kai le ofrecía.
-Me alegra verte Kai...

Dijo Bell antes de desmayarse.

Dijo Bell antes de desmayarse

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Two Faces (Evan Peters Y Kai Anderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora