6- Corte

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-Oliver, vete.
la voz de Bell resonó con una autoridad que no sentía.

Había interceptado la hoja destinada a Evan, su mano se interpuso en el camino del acero frío. Al mirar de reojo, vio al muchacho tendido, un bulto inerte sobre el pavimento frío.
-Es mi paciente, no tienes derecho a entrometerte.

Le espetó a Oliver, quien forcejeaba por liberar el arma de su agarre. A pesar de la sangre que brotaba, Bell se aferraba con una determinación férrea.

-Tu paciente? ¿Y por qué diablos debes vivir con él? ¿Por qué demonios abandonaste nuestro hogar?.

Bramó Oliver, desesperado por hacerla ceder.

Bell, consumida por el terror, mantenía una fachada de calma.
-Oliver, estamos separados. Te imploro, deja en paz a Evan.

-Maldita...

La injuria quedó suspendida en el aire cuando Oliver se desplomó, derribado de un solo golpe.

Un grito se escapó de los labios de Bell al ver a Evan levantarse, su figura se cernía sobre Oliver, golpeándolo sin piedad.
-Evan!

El joven se detuvo y la miró, sus ojos ahora eran abismos oscuros. Con un suspiro de frustración, levantó a Oliver con facilidad y le advirtió:
-Huye antes de que decida aplastarte las costillas.

Oliver, pálido de miedo, se perdió en la calle, mientras Evan esbozaba una sonrisa despectiva.
-Cobarde.

Al girarse hacia Bell, Evan notó su mano herida, aún aferrada a la navaja.
-Bell.

Dijo, en un susurro.

Su cuerpo estaba tenso, como si presintiera la verdad.
-Tú... tú no eres Evan, ¿verdad?

El joven se acomodó su cabello azul y se acercó a ella con pasos medidos. Le sonrió y tomó su mano ensangrentada.
-Ya no necesitas esto, él se ha ido.

Bell bajó la mirada, la sangre fluía con libertad. Soltó la hoja lentamente y cayó al suelo con un tintineo sordo. El joven rasgó el borde de su camiseta y vendó las heridas con la tela.
-Gracias por protegerme.

Le dijo a Bell, en un murmullo de gratitud.

Ella, confundida, preguntó:
-¿Eres Evan?

Él sonrió con ironía.
-Evan nunca habría podido golpear a ese desgraciado. Es demasiado débil.

Ella asintió, aceptando la realidad mientras él atendía su herida.
-Kai.

Pronunció su nombre.

Kai la observó, esperando el rechazo habitual, pero en su lugar, encontró en ella una mirada de curiosidad genuina.
-Sí.

Respondió con cautela, temeroso de romper el frágil momento.

-Me alegra conocerte, Kai. He oído hablar de ti, aunque lamento que sea bajo estas circunstancias.

Dijo Bell, ajustándose los lentes, una señal de su nerviosismo.

Kai le ofreció una sonrisa sincera, sorprendido por su reacción.
-Me temo que no te han contado toda la verdad sobre mí.

Bell frunció el ceño, ligeramente indignada.
-¿Por qué lo dices?

Kai fijó su mirada en la mano herida de Bell, preocupado por la hemorragia. Fue entonces cuando una gota de lluvia cayó sobre su palma. Bell alzó la vista al cielo, y el agua comenzó a caer.
-Llueve.

Kai asintió.
-Entremos, necesito desinfectar esa herida.

La tomó del brazo, sin delicadeza, y la guió al interior. Una vez dentro, los lentes de Bell se empañaron con el cambio de temperatura. Se los quitó y dijo:
-Es por el cambio de temperatura.

-Voy a buscar el botiquín.

Anunció Kai, dirigiéndose a la cocina.

Bell se sentó en el sofá, observando cómo Kai se movía con familiaridad por el espacio.
-Entonces, ¿tú puedes ver a través de Evan, pero él no puede verte a ti?

Kai la miró de soslayo.
-Supongo que sí.

Extrajo el botiquín de un armario y se acercó a ella.
-Por qué crees que es así?-, inquirió.

Kai sacó una ampolla de suero.
-Quieres saber lo que pienso?

-Sí. Quiero saber todo sobre ti. Tus pensamientos, tus sentimientos, tus gustos, tus sueños, todo.

Dijo Bell con una sinceridad que tocó a Kai.

Él retiró el trozo de tela de la mano de Bell y habló con una franqueza inesperada.
-Está bien, pero solo si tenemos sexo.

 -Está bien, pero solo si tenemos sexo

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Two Faces (Evan Peters Y Kai Anderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora