Evan, un joven de 28 años, se enfrenta a la complejidad de su existencia marcada por un trastorno disociativo de identidad. Conocido por sus dos identidades, Evan y Kai, su vida toma un giro inesperado cuando su padre le impone una condición: somete...
Pasaron los días, y la sombra de la revelación seguía persiguiendo a Evan. Se había convertido en un fantasma en su propia casa, evitando las llamadas de su madre y su hermana, y el vacío que Bell había dejado en su corazón. La verdad sobre ella y su padre era una tormenta en su mente, y no sabía si debía compartir la carga con su familia.
Se refugiaba en la soledad, pero las paredes parecían cerrarse sobre él, cada recuerdo de Bell y su padre era una daga que se retorcía en su pecho. -No lo entiendo -murmuró, apoyándose en la puerta del baño.
La voz de Blair resonó desde el pasillo, un recordatorio de que la vida seguía fuera de su tormento personal. -Evan, Anna y Winter están en la sala, vinieron a verte.
Con un suspiro, Evan se enderezó y caminó hacia la sala , donde encontró a Winter. - Hermano, no nos respondías las llamadas por eso mi mamá quiso que vinieramos, aunque le dije que estabas bien.
Evan sonrió de mala gana. - Dónde está ella?
- En la cocina - dijo Meadow mientras servía un poco de té.
Evan asintió y se dirigió a saludarla. Al entrar Anna estaba repartiendo unas galletas en distintos platos. El aroma familiar y reconfortante no logró calmar su inquietud.
-Evan, cariño, ¿puedes ayudarme un momento? -pidió Anna, su voz suave pero firme.
Evan asintió, tomando asiento en una de las sillas de madera para ayudarle a repartir las galletas. Anna se sentó frente a él, sus ojos llenos de preocupación materna. -Hijo, he notado que te has distanciado mucho últimamente. ¿Puedo saber la razón?
Evan desvió la mirada, incapaz de enfrentar la verdad en los ojos de su madre. -No puedo decirte, mamá. Es complicado.
Anna exhaló un suspiro, uno que llevaba la carga de secretos a punto de ser revelados. Su intuición maternal le susurraba que ya conocía fragmentos de la verdad aún no dicha.
—Evan, sé que Bell y Tony están juntos —confesó, su voz era un susurro, despojado de sorpresa.
Evan la observó, atónito ante su percepción. La sinceridad en la mirada de Anna era palpable, un espejo de su alma desnuda. —¿Cómo... cómo lo sabes? —balbuceó, buscando respuestas en el aire.
Anna extendió su mano sobre la mesa, un gesto de consuelo en la tempestad. —Siempre he conocido los pasos de tu padre, incluso aquellos que danzaban alrededor de Blair. Tu padre ha compartido su corazón con muchas, demasiadas veces.
Evan sintió cómo las palabras de su madre disipaban, aunque fuera un ápice, la carga que oprimía su pecho. Quizás, solo quizás, compartir su tormento sería el primer paso hacia la curación. — Ya... Pero Bell, yo... —Las palabras se ahogaron en su garganta, dejando que su corazón hablara por él.
Anna sujetó su mano, un faro en la oscuridad. — Lo sé, hijo, la amas.
Él ocultó su rostro entre sus manos, intentando escapar de la marea de emociones. — No entiendo nada —susurró, perdido en la maraña de sus pensamientos.
Anna se acercó, envolviéndolo en un abrazo que pretendía ser refugio. — Hijo, a veces las cosas tienen una explicación más sencilla, tal vez la descubrirás con el tiempo.
El joven suspiró, y su madre continuó, sus dedos peinando su cabello con ternura maternal. — Vine a decirte que me fui de la casa con Winter — Evan se tensó, pero ella mantuvo la calma — Tu padre y yo nos vamos a separar después de las elecciones.
Una chispa de felicidad iluminó a Evan; Tony nunca fue digno de Anna, nunca lo sería. — ¿Es una buena o mala noticia? —preguntó, temeroso de la respuesta.
Anna sonrió, un destello de esperanza en su semblante. — Es buena, he esperado años por esto. Pero él nunca cedía. Al final, llegamos a un acuerdo; cuando nos separemos, él me dará lo que me corresponde. Creo que Bell lo convenció. A pesar de todo, es una chica admirable y, sea lo que sea que esté haciendo con tu padre, me beneficia.
Las palabras de Anna resonaron con claridad en la mente de Evan. "Tal vez Bell está tramando algo," Kai insinuó.
Anna se sentó junto a su hijo, los platos ya dispuestos, y le reveló: — Dieron de alta a Bell.
La noticia llenó a Evan de una alegría inesperada; no imaginaba que la darían de alta tras solo dos semanas. — Entonces debo preparar su habitación —dijo, con un atisbo de ilusión.
Al ver la efímera felicidad de su hijo, el corazón de Anna se fracturó. — Evan, ella no vendrá aquí. Tu padre insistió en llevarla a su casa. Ha estado viviendo con él desde hace dos días.
La revelación cayó como un manto helado sobre Evan. La felicidad que había sentido momentos antes se desvaneció, dejando en su lugar un vacío profundo y un silencio que lo envolvía todo.
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