21- Trampa

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Evan estaba en la oficina, sumergido en un mar de informes de venta. Aunque su mente lograba descifrar algunos patrones y cifras, sabía que necesitaba la sabiduría de los contadores para navegar en las aguas profundas de aquellos números.

Mientras su voz danzaba por el teléfono, sus ojos se posaban en Bell, quien tecleaba con una cadencia misteriosa en su computadora. Como un reloj, siempre a la misma hora, y esto despertaba en él una curiosidad insaciable. Bell era un enigma, una página en blanco en el libro de su vida.

-Bell... No sé nada de ti.

La chica levantó la vista, una mezcla de sorpresa y confusión pintando su rostro.
-¿Qué? Claro que sí...

-No sé dónde creciste, ni cómo se llaman tus padres, ni siquiera sé si tienes hermanos.

Ella cerró sus labios con fuerza.
-Evan, no es necesario que sepas esas cosas, no somos amigos.

Esa verdad golpeó a Evan, pero comprendía que ella quería mantener la distancia profesional.
-Sin embargo, compartimos el mismo techo, nuestras vidas están entrelazadas día y noche, y creo que es esencial conocerte mejor. Después de todo, nuestra relación médico-paciente es cualquier cosa menos ordinaria.

Bell pareció reflexionar por un instante, su mirada perdida en la pantalla, fingiendo indiferencia.
Pero estaba inmóvil, contemplativa.
Evan tenía razón, cada paciente es un universo aparte, cada uno con sus propias necesidades de terapia y consejo.
-Nací en Iron Mountain, Michigan. Es un pueblo pequeño, pero está lleno de magia.

Evan se levantó de su escritorio, arrastrando su silla hasta quedar al lado de Bell.
-Continúa.

Bell esbozó una sonrisa.
-Soy hija única. Mi madre ha sido soltera toda su vida. Nunca conocí a mi padre, pero ella nunca habló mal de él, todo lo contrario.

-¿Y no te afecta no conocerlo?

Un nudo se formó en su garganta.
-No -mintió-, nunca me hizo falta.

Evan asintió, escuchando atentamente.
-¿Y tu madre? ¿Sigue viviendo allí?

La joven miró su brazalete.
-Mmm... Algo así... Ella está en un hogar de ancianos, sufre de demencia.

-¿Demencia? -preguntó sorprendido- Pero debe ser joven, no debe tener más de 60 años.

Bell sonrió con tristeza.
-Sí... Su mente comenzó a desvanecerse cuando era joven. Empezó olvidando pequeñas cosas y luego se perdía por momentos. Ahora ya no recuerda a nadie, ni siquiera habla. Solo existe.

Evan contuvo la respiración, recordando que la demencia podría ser hereditaria.
-Tú... ¿También podrías desarrollar esa enfermedad?

Ella lo miró con una expresión jocosa.
-¿Lo dices porque es hereditario? -preguntó entre risas- Puede ser, o tal vez no. El cerebro es un misterio.

Bell notó la preocupación en Evan.
-¿Y por qué decidiste especializarte en psiquiatría?

-Quiero comprender la mente humana, sus acciones, emociones, lo que sienten, lo que puede desencadenar un trauma. No estoy seguro de ejercer como psiquiatra, solo busco entender por qué soy como soy.

La sinceridad de su respuesta dejó a Evan sin palabras.
-¿Tienes algún sueño?

Bell no contestó. En cambio, miró su reloj y se puso de pie.
-Es tarde. Recuerda que tienes una cena con Blair.

Evan suspiró, había olvidado por completo la cena.
Deseaba conocer más sobre ella, pero no iba a forzarla. Habría tiempo para eso.
-Vamos.

Bell arqueó una ceja.
-¿Vamos?

La tensión se palpaba entre ellos, hasta que Evan rompió el silencio.
-Sí... Pensé que...

Ella negó con la cabeza.
-Tu padre me pidió que no asistiera.

Evan sintió que eso no estaba bien.
-No puedes dejarme solo -dijo con exigencia-, no puedes alejarte de mí.

Bell lo tranquilizó.
-Evan, si Kai aparece, no hará nada malo.

Recordó la promesa que le hizo, ella creía que era Kai, ¿cómo le diría que había sido él quien la engañó?
Estaba desesperado, era la señal de que pronto su familia vería que ya no necesitaba a Bell para controlar a Kai.
Se iba a ir de su lado.

...

...

...

-Es agradable tener una cita sin tu terapeuta.

Evan estaba serio, sentía un hormigueo en su piel, como si anhelara la presencia de Bell.
-No. No lo es -dijo con firmeza.

Blair dejó de lado su plato, entrelazó sus manos y habló con claridad.
-Evan, sé que no estás contento con este compromiso, y también sé que lo haces para que tu padre se sienta orgulloso, pero te pido que me trates como merezco.

Evan la miró, sus ojos se encontraron con los de ella. Quería disculparse, pero en su lugar dijo otra cosa.
-¿Como te mereces?... Dime Blair, ¿cómo crees que debería tratarte?

Ella se puso nerviosa, tragó saliva y desvió la mirada.
-Como tu prometida, como cuando estábamos juntos.

Tomó su mano buscando cercanía, pero esto alteró a Evan de una forma inesperada. Retiró su mano con delicadeza al notar las miradas curiosas a su alrededor.
Su cabeza comenzó a retumbar.
Ella sonrió siniestramente.
-¿Qué pasa, Evan?

Ella sabía perfectamente lo que ocurría, Kai estaba por emerger.
-Debo volver a casa... Debo ir con Bell.

La ira revolvió el estómago de Blair.
-No. No la verás más.

Evan abrió los ojos, pero su visión se nubló, era demasiado tarde, había perdido el control.
Agarró la muñeca de la chica con fuerza y le dijo furioso.
-¿Qué diablos dijiste?

Blair apretó los labios, conteniendo una sonrisa.
-No creo que sea bueno para ninguno que te comportes así. Kai.

Kai apretó aún más y luego la soltó en un suspiro ahogado.
No podía ser él mismo allí, y ella lo sabía. Había sido una trampa.

La noche se acercaba sobre ellos, y el silencio entre Evan y Blair era un abismo insondable.

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Two Faces (Evan Peters Y Kai Anderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora