36- Psiquiatría

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La sala de estar, un santuario del poder y la opulencia, reflejaba la influencia que Tony había cosechado a lo largo de su carrera política. Los techos altos se engalanaban con molduras doradas, y las paredes se vestían con obras de arte de valor incalculable. Cada mueble era una declaración de diseño, desde el sofá de cuero italiano hasta la mesa de centro de mármol reluciente. Las cortinas de terciopelo, pesadas y opulentas, tamizaban la luz solar, sumergiendo la estancia en un resplandor cálido y acogedor.

Bell, inmersa en sus pensamientos, ocupaba uno de los sillones, su silueta rígida y su mirada perdida en el laberinto de la alfombra persa que adornaba el suelo. A su lado, una lámpara de pie de cristal tallado jugaba con la luz, proyectando sombras que danzaban sobre su semblante pensativo.

Nick hizo su entrada, su sola presencia imponiendo un silencio reverente. Se acomodó frente a ella, cruzando las piernas con una elegancia innata.
— Bell, qué placer verte aquí, aunque resulta extraño verte en este entorno.

Con una sonrisa cortés pero distante, Bell asintió.
— Sí, pero pronto te acostumbrarás —dijo, dando un sorbo a su café.

Nick asintió, refrescando sus manos. Se notaba incómodo.
— Y bien, ¿cómo te has sentido? —inquirió con delicadeza.

Ella elevó su mirada, un atisbo de dolor asomando en sus ojos.
— Siento un ligero mareo, probablemente sea secuela del accidente —respondió, tocándose la sien con suavidad, esbozando una sonrisa.

Nick correspondió la sonrisa, aunque su mirada era inquisitiva.
— No me refería a eso, Bell. Hablo de tu estado mental, de aquella pesadilla que te atormentó hace meses, cuando viniste a mí en busca de ayuda. ¿Has seguido con tu medicación?

Bell apartó la vista, claramente incómoda ante la directa interrogante.
— Nick, realmente no creo que eso sea...

— Es crucial, Bell —él insistió, su voz cargada de firmeza y preocupación—. Esas pesadillas no eran meros sueños; tú misma me confesaste que parecían recuerdos de tu infancia.

Ella levantó la mirada, enfrentando la situación.
— Estoy bien, Nick. No creo que fueran recuerdos, simplemente sucedieron. Pero si te tranquiliza, he tomado cada pastilla puntualmente.

Nick la observó con un visible alivio.
— Me alegra oírlo...

El silencio se instaló entre ellos hasta que Bell rompió el hielo.
— ¿Qué te trae por aquí?

Ajustándose en su asiento, Nick desabrochó su chaqueta.
— Vine por Blair. Gustab está preocupado por Kai... ya sabes, quiere saber si podrás volver a casa de su hija.

Bell frunció el ceño, deseosa de visitar la casa de Evan, pero consciente de las restricciones de Tony.
— Tony se encargará de hablar con Gustab al respecto... —al notar la confusión en Nick, continuó— Me recomendó que no retomara el contacto con Evan ni Kai. Tendrás que encontrar a alguien más para eso.

Nick exhaló un suspiro de alivio.
— La verdad, me alivia. No sabía cómo decirte que, al tomar un receso de la universidad, no puedes continuar atendiendo a pacientes psiquiátricos como becaria.

Aunque ya lo sabía, Bell no pudo evitar sentir una punzada de tristeza. Su aspiración era convertirse en psiquiatra, no solo en médica. Sin embargo, ese sueño tendría que esperar.
— Lo sé.

Nick, sintiendo una pizca de culpa, preguntó:
— ¿Y qué harás durante este tiempo? ¿Buscarás empleo en algún hospital?

Bell negó con la cabeza.
— No. Las elecciones presidenciales son en tres meses, y me quedaré apoyando a Tony mientras tanto. Actuaré como su asistente y me compensará igual que un hospital. Fue su idea.

Two Faces (Evan Peters Y Kai Anderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora