32- Revelación

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La puerta chirriaba levemente al abrirse, una melodía sutil que anunciaba la partida de Bell. Con pasos sigilosos, se deslizaba por el pasillo, su silueta apenas visible bajo el tenue resplandor de la luna. Al llegar al vestíbulo, se encontró con Meadow, cuya presencia era tan inesperada como una brisa en calma.
— A dónde va tan temprano? — dijo con una mezcla de curiosidad y preocupación

Bell se acercó a ella.
— Voy a ver a mi madre.

Meadow miró su reloj.
—Pero son las 5 de la mañana — con una voz apenas audible.

— Necesito respuestas, y solo ella puede dármelas. Por favor, Meadow, te lo suplico, no le digas a Evan. Volveré antes de que despierte.

Meadow asintió, comprendiendo la gravedad del secreto que Bell le confiaba. Con un gesto de complicidad, selló su promesa de silencio.

El taxi aguardaba fuera, un faro solitario en la oscuridad de la madrugada. Bell se deslizó en su interior, y el vehículo partió hacia el hogar de ancianos, un edificio que, incluso a esa hora, abría sus puertas a la esperanza.

...

...

La puerta principal del hogar de ancianos se erguía ante Bell como un guardián de bronce, imponente y silencioso. Al cruzar el umbral, la luz artificial bañaba su rostro, despojándola de la protección de la oscuridad.

La recepcionista con una mirada severa, marcada por las reglas del lugar, la detuvo— Lo siento, señorita, pero no puede pasar. Es demasiado temprano y los residentes están descansando.

— Por favor, es una emergencia. Solo necesito ver a mi madre, aunque sea por un momento.

La recepcionista, cuyo rostro reflejaba la rigidez de las normas, suavizó su expresión al reconocer a Bell.

—Está bien, conozco su situación. Pero solo puedo darle diez minutos, ni uno más — cediendo ante la evidencia de la desesperación)*

Con un gesto de agradecimiento, Bell asintió y se apresuró por el pasillo, cada segundo contando como un tesoro efímero. El reloj de la recepción marcaba el inicio de una cuenta regresiva, diez minutos que podrían cambiarlo todo.

En la habitación, la madre de Bell yacía en su lecho, una figura frágil envuelta en sábanas blancas. Sus ojos, nublados por el paso del tiempo, se abrieron al sentir la presencia de su hija, pero no había reconocimiento en su mirada.

— Mamá, tuve una pesadilla terrible. Dos hombres extraños me atacaban, y no sé qué hacer ahora — Dijo con un hilo de voz quebrado por la emoción

La habitación se sumió en un silencio sepulcral, solo roto por el susurro de la respiración de la anciana. Bell esperaba una señal, una palabra, cualquier cosa que pudiera interpretar como una guía.

Justo cuando Bell se disponía a marcharse, derrotada por el silencio, la voz de su madre cortó el aire, débil pero firme.

— Tienes que hacer lo que tienes que hacer.

Esas palabras, aunque enigmáticas, infundieron en Bell una certeza inquebrantable. Todo era real, y ella tenía un camino que recorrer, una verdad que descubrir. Con el corazón latiendo al ritmo de una nueva determinación, Bell salió de la habitación, dejando atrás la penumbra y adentrándose en el alba de las revelaciones.

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Tony estaba junto a una ventana, su mirada perdida en el vaivén de las hojas de los árboles que se vislumbraban afuera. Al notar la presencia de Evan, giró, y en sus ojos se leía una mezcla de preocupación y algo más, algo que Evan no lograba descifrar.

— ¿por qué te importa tanto Bell? ¿Qué es lo que no me estás diciendo? — preguntó enojado.

— Bell es la doctora de Blair, Evan y es la única que puede manejar a Kai. No hay nada más que eso — Dijo con una sonrisa forzada.

Justo entonces, un médico se acercó, su bata blanca como un estandarte de esperanza en medio del caos.

— Bell está estable, pero tenemos que esperar a que despierte, no sabemos la magnitud del daño cerebral.

Tony preocupado preguntó.
—Daño cerebral?

El médico asintió poniendo sus manos en los bolsillos.
— Tuvo una hemorragia importante en el cerebro, si las células del cerebro no reciben un suministro constante de sangre oxigenada pueden morir, causando daño permanente al cerebro. Pero vimos los escáner y por ahora no se ve nada así... Solo queda esperar.

La noticia pareció inyectarle vida a Tony, quien recibió las palabras con un alivio palpable.
Evan, sin embargo, no estaba convencido. Había algo en la forma en que su padre hablaba de Bell, algo que no encajaba.

—Bien, quiero que la lleven a la mejor habitación de este hospital y asegúrese que tenga todos los cuidados posibles.

El médico se fue y Evan aprovechó para pararse delante de su padre, mirandolo directamente a los ojos.
— ¿Estás enamorado de Bell?

Tony se quedó inmóvil, como si la pregunta hubiera detenido el tiempo. Luego, con una calma que no llegaba a sus ojos, respondió.
— ¿Y qué pasaría si así fuera?

La pregunta retumbó en el silencio del pasillo.
Tony rio a carcajadas y le golpeó el hombro.
— Hijo, por Dios, amo a tu madre.

Esto último dejo a Evan con más dudas que antes. Seguro de que su padre no estaba siendo sincero.

 Seguro de que su padre no estaba siendo sincero

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Two Faces (Evan Peters Y Kai Anderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora