VEINTE

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Eran dos, un hombre y una mujer. En el coche, antes de entrar, habían visto
cámaras, focos y otros aparatos, pero ellos no tenían nada en las manos.

Estaban sentados en la salita, en el sofá, acompañados de casi toda la familia: su padre, su madre y Harry. Sólo faltaba Daniel. Ella bebía una Coca-Cola y él, una cerveza. Al verlas entrar, se pusieron de pie.

—Evan, hijo —sonrió su madre—, estos señores han venido...

—¿Qué quieren? —quiso saber Evan sin perder ni un segundo, comprendiendo de todas formas que era una pregunta estúpida.

La brusquedad de su hijo hizo que Margaret se quedara muy cortada.
—¿Evan? —la mujer le tendió una mano que ella fingió no ver.

—Evan —trató de decir algo su padre.

—¡Vas a salir en la tele! —gritó Harry.
Carolina llegó junto a Evan y le cogió una mano. Fue una presión muy fuerte y
directa, hermosa. Evan no se sintió sola. Su valor se vio reforzado.

—Escuchen... —empezó a decir.
Lo hizo demasiado débilmente. Los gritos de Harry, dando saltos y repitiendo que iba a salir en la tele, ahogaron sus palabras. El hombre fue el que tomó la iniciativa, probablemente viendo el desconcierto familiar y la sensación de desamparo de su colega al quedarse con la mano extendida sin que Evan se la estrechara.

—Somos del programa Un tema a debate —la informó—. Ella es Taylor Kelly y
yo soy James Salas, y nos encargamos de la producción y otros aspectos, porque
en verano...

—Lo siento, pero no voy a ir —dijo Evan.

—No entiendo —vaciló la mujer—. Es un programa de gran audiencia, el número uno de los viernes y...

—Por favor —pidió Evan.
Los visitantes miraron a los cabezas de familia, tal vez en busca de ayuda, tal
vez porque no entendían la situación.

—Cariño, yo creo que deberías ir —le dijo su madre.

—¿Por qué?

—Porque es bueno hablar de ello.

—¿Para quién? —preguntó Evan—. Yo quiero olvidar y nadie me deja, y
encima quieres que me exhiba como un bicho raro para que me vea todo el mundo y para que aquí sigan
mirándome como a una especie de monstruo.

—No eres un monstruo —manifestó su padre.

—¿No? Entonces, ¿a qué viene tanto interés por mí? ¿Por qué quieren
entrevistarme?

—No estarás solo —dijo la mujer de la tele—. Habrá otras dos chicas en tus
condiciones, y un chico con un riñón...
—Y los padres de un chico que murió y gracias a él se salvaron...

Los detuvo a ambos. Recordó instintivamente la humedad de los ojos de Eddie la noche pasada, porque a él se le llenaron de golpe de lágrimas y apenas pudo contenerse.

—Por favor, ¿quieren dejarme en paz?
Hubo un silencio muy tenso, tanto que hasta Harry se calló y los miró a todos
desconcertado. La presión de la mano de Carolina aumentó. Era como si a través de ella le gritara «¡así, dales duro, bien!».

—Podríamos hacerte una entrevista aquí mismo —insistió todavía, en un intento desesperado, el hombre.

—¿No lo entiende? —casi gimió Evan—. Quiero que se olviden de mí.
Quiero ser una persona normal y corriente, no un fenómeno, ni... No soy la único, ¿vale? Aunque mi caso diera que hablar, no soy la único. Ustedes se montaron la publicidad, pero ahora ya basta, por favor, ya basta.

Llegó al límite y, antes de estallar, de dejarse llevar por las lágrimas, dio media vuelta y salió de la sala corriendo, sin dejar la protección de la mano de
Carolina, de la que tiró para que la siguiera. Todavía antes de meterse en su
habitación y cerrar la puerta, pudo escuchar a sus padres iniciando las primeras excusas por su insólito comportamiento.

—¡Qué vergüenza, por Dios! ¡Perdonen! Es que todavía... —se avergonzaba
su madre.

—Lo pasó muy mal, ¿entienden? Justo ahora está volviendo a la normalidad
y... —la justificó su padre.

—¿No saldremos por la tele? —gritaba Harry, enfadado.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora