CINCO

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Carolina fue la que le dio el codazo, nada disimulado, según su más puro estilo.

—¡Está ahí! —cuchicheó, aunque fue como si lo gritara.

—¡Ay! —protestó Evan por el golpe—. ¿Quién está ahí?

—¡Él!

—¿Pero...?

—¡No, no te gires! ¿Estás loco?

—¡Tía, vale ya!

—¿Desde cuándo has olvidado las normas?
No girarse. Ésa era una.

—¿Quién está ahí?

—¡El tímido! ¿Quién va a ser?
No se lo dijo, pero creyó que se refería a Thomas.

—Bueno, ¿y qué?

—Es que nos ha visto, ¡y viene hacia aquí!

Eso sí la desconcertó.
—¿Cómo que viene hacia aquí?

—Pues eso, que viene.

Se lo dijo sin abrir apenas la boca, con los labios distendidos en una sonrisa,
fingiendo mirar a todas partes. Eso obligó a Evan a mantener la calma y guardar silencio. Carolina ya no volvió a hablar.

Contuvo el aliento menos de tres segundos.
—Hola —escuchó su voz por detrás.

Fue el momento de liberar tensiones. Esta vez sí giró la cabeza y le vio aparecer por la izquierda. Llevaba una camisa muy bonita y unos vaqueros que se ajustaban perfectamente a su figura.

No era un modelo, pero realmente parecía recién salido de un anuncio de la televisión. Un anuncio de gente sana.
—Hola —contestó con una cándida sonrisa Carolina.

El chico miró a Evan.

—¿Qué tal?

—Bien.

—Me alegro.

—Bueno, caí sobre una parte blanda —sonrió ella.

Carolina metió baza a la primera oportunidad.
—¿No quieres sentarte? —le invitó.
Recibió la patada de Evan por debajo de la mesa, pero logró mantenerse estoica, como si nada, con la misma sonrisa cincelada por el fuego de la experiencia
sobre su rostro.

—Bueno, no quiero molestaros, sólo...
—Tú no eres de por aquí, ¿no? —continuó Carolina viendo que se le
escapaba.

—No, soy forastero. Acabo de llegar al pueblo y no conozco a nadie, la
verdad.

—Pues entonces ya nos conoces a nosotras. Va, siéntate y no te hagas el
interesante.

Esta vez la nueva patada de Evan no la alcanzó, porque Carolina se apartó
antes de que llegara a su pierna. La silla hizo un ruido curioso, similar a un gemido, al desplazarse por el suelo.

Entre la marea de voces de los que llenaban el Casino, sonó con hiriente estrépito. Media docena de miradas convergieron en ellos.

—¿De verdad no os importa? —vaciló él mirando a Evan.

—¡Que no, hombre, que no! —le contestó Carolina.

—Bueno, pues... gracias —dijo el recién llegado.

Y se sentó entre las dos.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora