Cuarenta Y Dos

18 0 0
                                    

Sabía que su madre llevaba unos días inquieta, con la pregunta colgándole de
los labios, a la espera de reunir el suficiente valor para preguntarle. No le extrañó que aprovechara la oportunidad ya que estaban solas, con Harry pasando unos días en casa de su tía, en San Francisco, y Daniel fuera, con su novia.

-Montse, ese chico...

Se resignó. En parte no quería huir, ni mentirle, ni decirle que era un amigo y
todas esas tonterías. Se sentía igual que esas personas culpables de algo y con
deseos de confesar abiertamente, aunque en su caso no fuera ninguna culpa, sólo su felicidad. También la felicidad necesita ser compartida. Lo sucedido con su corazón le había hecho comprender que las cosas suelen ser sencillas siempre, y que son las
personas las que lo complican todo.

Estaba enamorado, y eso era algo de lo más natural, simple y directo. No quería esconderse ni esconderlo.

-¿Eddie?

-Sí, Eddie -dijo Margaret.

-¿Qué pasa con él?

-Ha venido aquí algunas veces, te han visto con él por el pueblo...

-¿Y quieres saber qué pasa? -se lanzó Evan.

-Bueno, tampoco es eso -se excusó la mujer.

-Mamá... -sonrió Evan-, que te conozco.

Verla sonreír la tranquilizó. Había temido que su hijo se pusiera en guardia o se enfadara por la intromisión, o algo parecido. Sin embargo, daba la sensación de sentirse feliz y relajado, contento.

-¿Quién es?

-Es de Los Ángeles. Ha venido a trabajar aquí.

-¿En qué?

-No ha encontrado trabajo, pero está en ello.

-¿De el centro de Los Ángeles?

-Sí.

-¿Sabes algo de él?

-Que es encantador, de buena familia, y que le quiero mucho.

Su madre la contempló con los ojos abiertos. Evan seguía sonriendo.

-¿Sois novios? -vaciló.

-No lo sé -le confesó Evan-. Supongo que esa palabreja se estilaba más hace años. Ahora no la usa casi nadie, a no ser que haya un anillo de compromiso,
peticiones formales y todo ese rollo.

Nosotros no estamos aún en esa fase.
-Ah -parpadeó Margaret.

-Pero me cae muy bien, y yo a él. Además -se puso malicioso-, si te dijera que somos novios, pondrías el grito en el cielo y empezarías a decirme que soy aún muy joven, que no me líe y que eso, a mi corazón, a lo mejor no le sienta nada bien.

-No es verdad -se defendió la mujer.

-Mamá... -dijo por segunda vez y en el mismo tono Evan.

-Yo conocí a tu padre a los dieciocho años, aunque tardamos bastante en
casarnos.

-Vaya, menos mal -le agradeció el detalle Evan.

-En cuanto a lo de tu corazón...

-¿Tú crees que el amor es malo para un corazón de recambio?

-No te lo tomes a la ligera, hijo -se estremeció Margaret.

Evan se acercó a su madre. La abrazó y le dio un beso en la mejilla. Fue un acto reflejo, pero cargado de cariño. Desde la proximidad la miró y dijo:
-Tranquila, ¿vale? ¿Me creerás si te digo que Eddie es lo mejor que me ha
pasado en la vida y que, encima, ha llegado en el momento oportuno?

Su madre le acarició la mejilla.
-A veces eres tan niño-suspiró.

-Y tú, tan mujer, mamá -la correspondió Evan.

-Ten cuidado, ¿de acuerdo?

-Lo tendré.

-Recuerda que has de volver a la escuela en septiembre y que necesitas
ponerte al día y que...

-Descuida, no estoy loca -la calmó Evan-. Sé muy bien que tengo una
segunda oportunidad para todo y no voy a desaprovecharla. Eddie es una ayuda,
un complemento, pero no todo lo que tengo.

Aunque fuera muy, muy importante, y eso no se lo dijo a su madre.
Se sintió mejor cuando se metió en su habitación y dejó sola a su madre,
todavía bajo los efectos de la impresión recibida.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora