TREINTA Y CUATRO
Carolina asomó la cabeza, en silencio, por la puerta de la habitación de
Evan. La pilló completamente desprevenida, de espaldas y ordenando su ropa, que estaba hecha un revoltillo encima de la cama. En ese instante parecía dudar, con una camisa de color celeste entre las manos. Optó por echarla al suelo, sobre un pequeño montón de prendas que se levantaba a su derecha.—¿Haciendo cambio de vestuario? —la asustó.
Evan giró la cabeza.
—¡Eh, tía! —protestó—. Podrías llamar, ¿no?—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que te pille con Eddie? —se burló la recién llegada.
—¡Hala, qué bestia eres! —exclamó Evan.
Carolina cerró la puerta a su espalda y entró. Se sentó en la cama y cogió una
camiseta.—Oye, ésta no irás a tirarla, ¿verdad? Esta como nueva.
—No voy a tirar nada, sólo hago un poco de limpieza —dijo Montse en tono
paciente.—¿Y por qué no me llamabas para algo tan delicado? Sabes muy bien que tienes el gusto al final de la espalda.
—¿Has venido a meterte conmigo?
—Bueno, debería —calculó la visitante—. Hace tres días que no sé nada de ti,
ni te veo ni pareces acordarte de que existo.Evan se sintió culpable. Carolina sabía cómo ponerle el dedo en la llaga.
Dejó la nueva prenda que había seleccionado donde estaba y se sentó junto a su amiga. Le pasó una mano por encima de los hombros.—Vale, lo siento. Perdona —dijo sinceramente.
—Es el sino de las que no tenemos novio —fingió echarse a llorar Carolina,
dando rienda suelta a su lado más payaso—. ¡Estamos condenadas a la soledad, porque nuestros amigos guapos se lo quedan todo! ¡Buaaa!Evan se le echó encima. Carolina no pudo con el ataque, especialmente
porque ya se le estaba escapando la risa. Cayó de espaldas, retorciéndose a causa de las cosquillas que le hacía su amigo.Fueron diez o quince segundos de liberación y carcajadas, hasta que la atacante ya no pudo más y las dos quedaron boca arriba, respirando con fuerza y retornando a la calma. Cuando lograron acompasar sus respiraciones, fue Evan la primera en hablar.
—Lo siento —dijo de nuevo—, es que estoy en el séptimo cielo, ¿sabes?
—Ya, ya —asintió Carolina, vehemente.
—En serio, ni siquiera sé qué día es hoy.
—Ya, ya —volvió a decir—. No hace falta que lo jures.
—Bueno, tú decías que fuera a por él, ¿no?
Carolina se incorporó.
—No, si me gusta que sigas mis consejos, faltaría más. A saber dónde habrías
ido a parar tú sin ellos.—No seas fantasma. Hablo en serio.
—Ningún problema. Yo entiendo muy bien que dos son compañía y tres,
multitud. Pero ahora que podemos ser cuatro...—¿Cómo que cuatro?
—Bueno —Carolina se miró las uñas de la mano derecha llena de afectación—, como anoche la nena se ligó a Peter.
—¿Te has ligado a Peter?
—Pse.
—¿A Peter Smith?
—No, si te parece será a Peter Pan—la miró con horror—. ¡Pues claro que es Peter Smith, Buck!
—¡Guau! —dijo Evan plegando los labios en señal de admiración—. Qué puntazo.
—Pero no es nada serio como lo tuyo, no vayas a creer —le quitó importancia
Carolina.—¡Anda ya, mujer fatal! —la empujó Evan—. ¡Mira que eres fantasma!
—¡Uuuuh! —la asustó.
—Cuenta, ¿cómo fue? ¡Va!
—Nada importante, en serio.
Coincidimos en la cafetería, en el lugar
adecuado y el momento adecuado. Nos pusimos a hablar, quedamos para después y, ya sabes: «que si me has gustado siempre», «ah, pues yo creía que tú...», «y mira qué bien», y esto y aquello y lo de más allá... Al final un besito y a ver qué pasa.—¡Jo! —Evan la miró con admiración.
—Venga, pasa de mí. ¿Y tú qué?
—¿Yo?
—Tres días sin verte, después de que lo devolvieras al pueblo, son muchos
días. Así que cuenta.—Pues no hay mucho que contar.
—Pero... —Carolina hizo un gesto de ambiguo misterio, oscilando y moviendo al mismo tiempo la cabeza y ambas manos, así como los dedos.
—Nada, en serio —se encogió de hombros Evan—. Paseamos, hablamos,
nos miramos, nos besamos...—Retrato de una pareja feliz —bautizó la estampa Carolina remarcando cada
palabra en el aire.—Pues sí.
—¿Te ha explicado algo más?
—No, nada.
—¿Le has preguntado?
—No.
—¡Pues sí que...!
—Quiero darle tiempo, en serio —se justificó Evan—. Todo esto nos ha cogido
desprevenidos y ahora tenemos algo maravilloso que no queremos perder. Yo no quise confesarle lo mío porque estaba aterrorizada; ahora lo sé. Él lo entendió y no me lo ha echado en cara. Y Eddie tiene algo muy dentro de sí, algo que
probablemente le hace más daño de lo que yo misma pueda imaginar. Así que no quiero forzarle a nada.—¿Crees que hubo otra?
—Es probable —reconoció valientemente Evan.
—Y le hizo polvo.
—Es probable —repitió por segunda vez.
—Así que huyó de la ciudad, de su casa, dispuesto a iniciar una nueva vida,
y entonces... ¡tú! —anunció de nuevo Carolina como si hablara del guión de una película.—El día menos pensado me lo contará todo, lo sé. Es sólo cuestión de tiempo.
Ahora lo único que queremos es estar juntos, ser felices. Dios mío, Carolina, es tan dulce, tan tierno, tan...—¿Hablas de un tío o de un pastel?
—¡Vete a freír espárragos!, ¿quieres?
Carolina la abrazó riendo.—Vale, vale —quiso calmarlo—. Si es que me encanta, en serio. Y si pudieras
ver la cara que pones...—No tengo otra.
—Y pensar que al empezar el verano estabas más fúnebre que en un entierro
—suspiró su amiga dándole un beso de afecto en la mejilla.Evan se quedó en silencio unos segundos.
—Cómo cambian las cosas en poco tiempo, ¿verdad? —dijo al fin.—¿Que si cambian? —bufó Carolina incapaz de hablar en serio dos segundos
seguidos—. Fíjate tú que, ahora que tengo a Peter, estoy empezando a
plantearme lo de Jhon. A fin de cuentas, a una mujer como yo le gustan los
retos.Esta vez Evan le echó la almohada sobre la cabeza.
Y luego se le sentó encima, sin hacer caso de sus gritos.
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Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie
FanfictionPrincipalmente es una historia de chicoxchica pero es uno de mis libros favoritos, si lo leen espero que les guste. La vida de Evan ha cambiado por completo: un hecho imprevisible ha sacudido sus cimientos. Ha estado a las puertas de la muerte, pero...