TERCER LATIDO

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                           DIECISÉIS

Nada más salir de su casa y cerrar la puerta, escuchó los latidos de su corazón
y supo que sí, que Carolina tenía razón. Aquello era una cita.

Su primera cita de verdad desde...
¿Por qué, si no, se había arreglado tanto? Había buscado la ropa más adecuada para parecer informal pero al mismo tiempo estar bien y sentirse guapo o
parecérselo a Eddie. ¿Por qué se sentía feliz? ¿Por qué reía?

Tal vez fuese una locura, pero desde su operación, todo lo era. A veces se decía que vivía un tiempo prestado, que en otras circunstancias ya estaría muerto.

Así que todo lo que hiciera desde entonces era un regalo, aunque viviera cien años.

Un regalo muy hermoso que debía aprovechar.
Sí, le gustaba Eddie.
Era... diferente.

Había en él algo intangible, extraño, algo que no alcanzaba a comprender. Y
esa magia era lo que más lo desconcertaba. Cada vez que recordaba su cara, el brillo de sus ojos, su timidez, y su miedo, y su inseguridad, lo veía lleno de una sensibilidad desconocida. A su lado, y sólo había pasado junto a él unas pocas horas, se sentía a gusto, en paz. Todo cambiaba.

Como si Eddie fuese el futuro.
¿Absurdo? Tal vez. ¿Prematuro? Posiblemente. Y más después del encuentro con Thomas, que le había abierto todas las heridas, especialmente la de la frustración.

¿Qué sabía de Eddie? Nada. No era más que un misterio.
Un misterio.

Recordó la célebre frase que su profesor de Literatura repetía constantemente:
«La vida es un misterio por descubrir, no un problema que resolver».
Bienvenida al misterio.

Ni siquiera se dio cuenta de que había llegado al pueblo. Sus pensamientos la
habían acompañado todo el camino.

Trataba de amargarse el momento diciéndose que él era un ave de paso, y al segundo se decía que no, que tal vez se quedase como había sugerido. Trataba de inculcarse un poco de dureza y calma, y al segundo pensaba en Carolina y en su estímulo. Trataba de convencerse de que ya lo había pasado bastante mal con Thomas como para repetir la experiencia tan rápido, y al segundo comprendía que necesitaba lo mismo que todo el mundo, lo que se buscaba sin descanso y a veces por instinto, sin darse cuenta: amor.

Así que decidió dejarse llevar. Necesitaba tiempo.
Y esperar.

Eddie estaba en la puerta de la piscina, sentado sobre una hermosa moto de
buena cilindrada que era la admiración de los críos y menos críos que la
observaban.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora