TREINTA Y OCHO

19 2 0
                                    

Se detuvieron en la entrada de la piscina, como siempre, llena de chicos y chicas. Allí comenzaban las escalinatas que conducían al bar, por debajo del nivel
de la carretera. Evan echó una mirada a las distantes mesas llenas de gente,
algunas casi tapadas por las ramas de los árboles, y cuando él trató de reanudar el
camino, lo retuvo sujetándole con una mano.

—¿No quieres bajar? —preguntó Eddie.

—No.

—¿Por qué?

—Estoy cansada de que me miren, y a ti conmigo —justificó.

—Se les pasará —dijo él—. Aún eres «el chico con el corazón de otra persona», una novedad.

—Creía que ya había pasado —hizo un gesto de fastidio—. Ahora pienso que
es por ti.

—Vaya, ¿soy popular?

—Nadie te conoce y todo el mundo nos ha visto juntos.

—¿Qué quieres que hagamos? —interrogó Eddie—. ¿Cogemos la moto y nos vamos a otra parte?

—No, vamos a dar una vuelta, tranquilamente.

—De acuerdo.
No se agarraron de la mano. Les costaba, pero era mejor no hacerlo en público. Un pueblo siempre sería un pueblo. Por ello se alejaron carretera arriba, buscando zonas más íntimas bajo la noche. Apenas habían andado treinta pasos cuando, por la otra acera y en sentido contrario, vieron a Thomas. Llevaba a su lado a un chico muy alto y delgado, completamente desconocido.

Hubo un fugaz intercambio de miradas.
—Odio esto —suspiró Evan cuando su antiguo amor hubo pasado.

—¿Verlo?

—No, me refiero a vivir en un pueblo en el que todo el mundo se ve a diario y no hay la menor intimidad. ¡Por Dios! Se portaron muy bien conmigo, con mis
padres, pero ahora...

—Yo no te habría dejado —dijo Eddie en clara referencia a Thomas.

—Lo sé.

—Aunque tengo miedo de fallarte, como él.

—¿Por qué dices eso? —se alarmó Evan.

—Hay tantas cosas —Eddie miró al frente—. En verano todo es siempre muy
distinto.

—¿Significa eso que volverás a la ciudad si no encuentras trabajo?

—¿Y si no tengo otra opción? —vaciló Eddie, y lo miró de reojo al agregar—:
Debería volver y estudiar.

—Hazlo —se encontró con la firme respuesta de Evan—. Yo también tengo
que volver a estudiar y recuperar el año que he perdido, así que poco vamos a
vernos durante el curso. Los fines de semana, en cambio, no nos los va a quitar nadie. En moto te plantas aquí en una hora.

—¿No te importaría?

—¿A mí? No, claro. Me parece odioso que en una pareja uno de los dos traten de
imponer algo al otro. Por supuesto que preferiría verte cada día y estar juntos,
pero..., cuando no se puede, no se puede.

—A veces me asusta lo madura que eres.

—¿Me estás llamando viejo? —le empujó con el hombro—. Hay algo que sí me gustaría hacer.

—¿Qué?

—Conocer a tus padres, ver tu casa, tu ambiente.
Ahora fue Evan la que le miró a él de reojo. Notó cómo Eddie mantenía sus
ojos fijos en la distancia, sin contestar. Pensó que era un momento tan bueno como cualquier otro para forzarle, para que se abriera, para que le hablara de lo que ocultaba en su pasado. Tal vez esa novia que intuía, tal vez un drama familiar, tal vez una ruptura con sus padres...

Un buen momento.
Iba a lanzarse a fondo, pedirle confianza, pero todo se le vino abajo cuando
escuchó una voz a su espalda.
—¡Eh, pareja! ¡Hay más gente en el mundo además de vosotros!, ¿sabéis?
A veces Carolina era verdaderamente inoportuna.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora