SEIS

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—¿De dónde eres? —preguntó Carolina.

—De la ciudad.

—¿Y qué haces aquí?

—Busco trabajo.

—¿Aquí?

—Sí.

—Anda éste —rezongó Carolina—. Todo el mundo se va a buscar trabajo a
Los Angeles y tú vienes aquí. ¡Pero si esto es un pueblo!

—Ya, pero me gusta.

—¿Que te gusta? ¿Por qué?

—Carolina, no seas plasta —la reprendió Evan por primera vez.

—Vaya, no me digas que lo encuentras normal —le espetó su amiga—. Estamos a veinte kilómetros de Los Angeles, pero «es-to-es-un-pue-blo» —se reafirmó
remarcando cada sílaba—. Y para el caso, como si estuviéramos en la Luna.

—Que tú te aburras no significa que sea un mal sitio —defendió su hogar Evan.

—A mí me gusta —insistió él—. Estos bosques, las montañas... y la ciudad
ahí al lado, claro.

—¿Dónde vives?

—¿Quieres decir aquí o en Los Ángeles?

—Aquí, hombre, aquí. Para qué quiero saber yo tus señas en la ciudad.

—En la pensión La Rosa, hasta que encuentre algo mejor. Tengo alquilada
una habitación.

Seguía mirando a Evan. Las preguntas las hacía Carolina, pero él miraba a
Evan. De pronto se dieron cuenta, los dos, así que miraron fijamente a
Carolina, que en ese instante parecía haber terminado el interrogatorio. La chica se encontró con sus caras ansiosas.

—Esto... —buscó algo más que decir—. Pues lo tienes crudo, chaval, muy crudo. Y además con el verano ya empezado... ¿Sabes la de árabes que hay por aquí
haciendo los trabajos que nadie quiere hacer? Como no hagas lo mismo que ellos...

—Si no hay más remedio...

—Ah, bueno —dijo Carolina.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Evan de pronto.

La miró de nuevo. En sus ojos titiló una luz cargada de expectativas.

—Eddie —respondió.

—Ella es Carolina, y yo soy Evan.

—Hola Carolina. Hola Evan.

—Hola Eddie —dijeron ellas dos al unísono.

—¿Puedo invitaros a algo para celebrarlo?

—¡Sí, hombre! —protestó Carolina—. Estás buscando un curro y te vas a
poner a gastar.

—Tengo ahorros para aguantar un par de meses —se justificó él.

—Ya, pero no —insistió Carolina—. Por cierto... —miró la hora y enarcó las
cejas como si acabase de recordar algo imprevisto—. ¡Vaya por Dios! —exclamó—. He de irme.

Evan se puso tensa.

—Pero si...

—¡Lo siento, cielo! —Carolina ya estaba de pie, agitando las manos con su
natural efervescencia—. ¿No te he dicho que tenía que ver a Michel? ¡Qué cabeza!
—la detuvo al ver que ella también pretendía levantarse—. Oye, tranquila, que es algo privado.

La presión de sus manos fue terminante. Evan no pudo luchar contra ella, a no ser que al final traicionase la comedia que su amiga estaba montando para dejarlos solos.

Aunque se le notaba demasiado que ésa era su intención.
—Volverás, ¿no? —quiso saber Evan.

—No lo sé; pero por si acaso, no me esperes —se dirigió a Eddie y le envolvió con una sonrisa de confianza—. Me alegro de conocerte, de verdad. Nos
veremos, ¿eh? Vale, chao.

Y sin darles tiempo a más, se alejó de su lado.
—Vaya —comentó él cuando Carolina ya había desaparecido por la puerta desde hacía no menos de cinco segundos—. ¿Quién es ese Michel?

Montse no le dijo que ella se estaba preguntando lo mismo.

Donde esté mi corazón /Jordi Sierra i Fabra- Adaptación Buddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora