Capítulo LXXII - La Revelación de Griffin

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La tensión en el aire era palpable mientras me dirigía al hospital. Había pasado mucho tiempo ocultándome, protegiendo a mi familia desde las sombras, pero había llegado el momento de enfrentar la verdad. Hailee estaba herida y necesitaba saber que estaba allí para ella, y mis padres merecían saber que su hijo no estaba muerto. Con el corazón acelerado, empujé la puerta de la habitación de Hailee, preparando mi mente para lo que estaba a punto de revelar.

Al entrar, vi a mis padres junto a la cama de Hailee. Mi madre, con los ojos hinchados de llorar, sostenía la mano de mi hermana con una ternura infinita. Mi padre, siempre fuerte, parecía más viejo y cansado de lo que recordaba. La vista de Hailee, tan frágil en la cama, me golpeó profundamente. A pesar de la rabia y la tristeza que había sentido en los últimos años, ver a mi hermana así era un recordatorio doloroso de todo lo que habíamos perdido.

¿Griffin?  - Mi madre levantó la vista y su voz se quebró - ¿Griffin, eres tú? - La incredulidad en sus ojos era evidente. Dando un paso adelante, supe que no había vuelta atrás.

Sí, mamá. Soy yo —dije, mi voz temblando ligeramente—. Estoy vivo. - El tiempo pareció detenerse. Mi madre se llevó una mano a la boca, los ojos llenos de lágrimas. Mi padre, en cambio, me miró con una calma que me sorprendió. Sabía que tenía que explicar todo de inmediato.

Sé que esto es un shock —continué, tratando de mantener la compostura—. Me hice pasar por muerto para protegerlos. Había personas peligrosas tras nosotros y pensé que, si creían que estaba muerto, dejarían de perseguirnos. Pero me equivoqué. - Mi madre sollozó, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras daba un paso adelante, temblando. Me lanzó los brazos alrededor y me sostuvo con fuerza, como si temiera que desapareciera de nuevo-

¡Oh, Griffin! ¡Mi niño! ¡Estás vivo! —Su voz era un susurro lleno de emoción. Mi padre, sin embargo, se mantuvo en silencio, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me desarmó.

Papá... —comencé, pero él levantó una mano para detenerme.

Sabía que estabas vivo —dijo con voz firme, aunque con un brillo de tristeza en sus ojos—. Siempre lo supe. Pero no podía decir nada. Tenía que proteger a tu madre y a Hailee. - Las palabras de mi padre me dejaron atónito. Siempre había pensado que mi decisión había sido unilateral, que estaba solo en mi sacrificio. Saber que él había llevado la misma carga era un golpe inesperado.

¿Lo sabías? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Sí, hijo. Desde el principio. Me aseguré de que tu madre y tu hermana no supieran, para protegerlas. Fue la decisión más difícil que he tomado, pero sabíamos que era lo mejor —respondió, su voz llena de dolor y resignación. Mi madre, aun abrazándome, se apartó un poco para mirarme a los ojos.

¿Por qué no nos dijiste nada, Griffin? —su voz estaba rota—. Pensamos que habías muerto, que te habíamos perdido para siempre.

Lo hice por ustedes —respondí, mis palabras llenas de la culpa que había llevado durante años—. Pensé que si creían que estaba muerto, estarían a salvo. Pero ahora sé que fue un error. No sirvió de nada, y Hailee resultó herida. - Mi madre sollozó de nuevo, y mi padre se acercó, poniendo una mano reconfortante en su hombro.

Lo importante es que estás aquí ahora —dijo mi padre—. Estamos juntos, y podemos enfrentar esto como familia. - Miré a Hailee, que estaba consciente pero débil. Sus ojos me miraron con una mezcla de confusión y alivio. Me acerqué a ella y tomé su mano. 

Hailee, lo siento tanto. Siento haberme ido y haberlos dejado solos. Pensé que estaba haciendo lo correcto, pero me equivoqué. - Ella asintió ligeramente, sus ojos llenos de lágrimas

Pasamos las horas siguientes hablando, revelando todo lo que había sucedido durante mi ausencia. Les conté sobre las amenazas, las razones detrás de mi decisión y cómo había intentado protegerlos desde la distancia. Mi padre, que había llevado su propio peso de conocimiento y sacrificio, compartió sus propias experiencias, explicando cómo había manejado la situación sin revelar la verdad.

Mi madre, aunque devastada por todo lo que habíamos pasado, mostró una fuerza impresionante. Su amor y su capacidad de perdón nos envolvieron a todos, creando un espacio seguro donde podíamos sanar y reconstruirnos como familia.

Hailee, a pesar de su debilidad, escuchó atentamente, absorbiendo cada detalle. Su resiliencia era evidente, y aunque el camino hacia la recuperación sería largo, sabía que con el apoyo mutuo podríamos superar cualquier obstáculo.

Lo importante ahora —dijo mi padre finalmente— es que estamos juntos. No importa lo que venga, enfrentaremos todo como una familia.-  Asentí, sintiendo una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo.

Así es. Y no voy a dejarlos de nuevo. Prometo que estaremos juntos en esto, pase lo que pase.

La noche avanzó, y aunque el cansancio era palpable, una sensación de esperanza nos envolvió a todos. Habíamos pasado por el infierno, pero la fuerza del amor y la unidad familiar nos había traído de regreso. Miré a mi madre, que se había quedado dormida junto a la cama de Hailee, y a mi padre, que mantenía una vigilia silenciosa. Sabía que el camino no sería fácil, pero juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

Finalmente, me permití relajarme, sabiendo que estábamos en el lugar correcto.

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