Un deber que no te pertenece

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Un deber que no te pertenece

El lugar del encargo se encontraba cerca de los barrios bajos de aquel pueblo, por lo que había logrado escuchar, era un lugar lo suficientemente peligroso como para necesitar una guardia improvisada de aventureros para evitar muertes y robos.

Mientras caminaba por ese lugar, las miradas de los lugareños no tardaron en clavarse sobre mí. Quizá me veían como una presa fácil o talvez me tendrían miedo, era difícil saberlo.

Conformé me iba adentrando encontraba más basura esparcida por las calles y el aire lentamente se iba impregnando por el mal olor. Sin embargo, ese olor no llegaba ni a compararse a la podredumbre que emanaba la mazmorra, simplemente me causaba una leve repulsión, pero nada grave.

Continúe adentrándome en aquellos barrios, con mala cara por culpa del mal olor y las traviesas miradas de sus habitantes como siempre se dirigían a mi particular armadura y el parche.

Seguramente ese preguntarían como había perdido el ojo, l quizá pensaban que era un imbécil por no ir a buscar tratamiento a la iglesia de Lumis. Pero eso no tendría sentido, Aoi ya me había dejado en claro que no sería posible recuperar mi vista.

Aunque, un rasgo más sombrío era sin duda la oreja cercenada que decoraba el lado izquierdo de mi rostro. Aunque ellos tampoco tenían mucho de lo que estar orgullosos, sus ropas estaba raídas y a través de ellas se podían ver sus costillas.

Aún así, no era seguro confiarse de ellos, solo con una mirada era sencillo notar su fuerza, probablemente alguna vez tuvieron gloria y cayeron ante la enfermedad. Si bien no eran tan fuertes como para suponer una amenaza individualmente, juntos podrían acabar con mi vida en un instante.

Al final, el encargo me guío hasta una iglesia deteriorada con parches de madera mal hechos en un intento de mantenerla a flote. Nada más entrar pude sentir una fuerte sed de sangre y una daga en mi cuello.

Bloqueé el filo de aquella daga con el mango de la mía, aunque sin querer, fue un mero reflejo que se activó al sentir el peligro. El niño que sostenía la daga se sorprendió al ver que había bloqueado su ataque, suspiré mientras apartaba el arma y continúe caminando hasta el interior del lugar.

La sed de sangre no había disminuido, pero no parecía que ninguno de los niños tuviese intenciones de atacarme a menos que intentará algo. Cerca de una estatua corroída de Lumis se encontraba rezando una mujer con traje de monja y cabello dorado.

Pese a que estaba rezando, podía sentir su mirada, estaba claro que estaba en guardia. Tras unos breves momentos en los que esperé pacientemente ella terminó de rezar y se acercó a mi mientras sostenía un estilete.

—¿Qué te trae por aquí niño?

Suspiré ante su agresividad y rápidamente le mostré la solicitud del gremio que había estado todo el tiempo en mi mano izquierda. Su expresión de ira rápidamente se torno en una sonrisa.

—Finalmente un aventurero decente. Déjame guiarte, ha sido un dolor de cabeza por meses.

La monja tomó una linterna y me guío hasta el sótano de la iglesia. Bajamos con cautela y poco tiempo después llegamos hasta el lugar, había varias celdas con prisioneros que por su ropa parecían ser aventureros.

Sintiendo que algo estaba mal, rápidamente tomé una daga y concentrándome meramente en el ruido logré ubicar a una persona rezando, me apresuré y usando una fórmula similar al aliento de Aion rompí uno de los muros en los cuales se encontraba otra monja que estaba siendo bañada por la luz de Lumis.

En cuanto me vio interrumpió su cántico asustada, al sentir sed de sangre reaccioné rápidamente bloqueando un ataque por la espada de la monja rubia con mi daga y rápidamente la noquee usando el proyectil de viento que había usado para derribar el muro.

Cronos: Tale of the dark adventurerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora