Consecuencias parte dos.

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Consecuencias parte dos.

Dejé que mis piernas cedieran, arrodillado frente a un ataúd vacío, mientras la culpa consumía mi alma. «Yo... no, nosotros fuimos los que te llevamos a la muerte, perdónanos Feng, por favor, no debimos ir a la maldita mazmorra, no estábamos preparados, de haber sabido lo que pasaría, yo... yo... los hubiese detenido, fue mi estupidez, nuestra estupidez la que nos llevó a esto, y tu pagaste el precio con tu vida. Ni siquiera fuimos capaces de salvar tu cuerpo».

Su familia de porte noble y con vestimentas elegantes no decía ni una palabra, ninguno de ellos derramaba ni una sola lágrima, simplemente observaban en silencio mientras se hacía un ritual de oración a su alma. Luego de un tiempo me recompuse y caminé hasta el lado de Aoi y Gell, esperamos hasta que la ceremonia terminase.

Al final de todo, se enterró el féretro con retoques dorados y los sacerdotes se marcharon, su familia se arrodilló ante la tumba simbólica e hizo una reverencia. Los chicos y yo hicimos lo mismo y presentamos nuestro pésame.

Cosas simples como flores o adornos, piedras de jade. Sin valor alguno para un difunto. Cuando llegó mi turno dejé la empuñadura rota de mi cuchillo y dos piezas de oro. Marché lejos, creí que Aoi y Gell me iban a seguir, pero ellos se detuvieron, noté preocupación en sus rostros.

Me acerqué a ellos. Sin decir una sola palabra Aoi tomó mi mano y entregó su insignia de aventurero.

—Perdónanos, Hayato. Ya no podemos con esto, creímos que podríamos, pero... tras todo esto. Nosotros, solo, solo, no podemos más.

Gell se acercó a mí y agachando su cabeza hizo lo mismo. Entregó la insignia que sostenía firmemente en su brazo derecho, se notaba que estaba frustrado, aunque también podía ver su determinación.

—Perdónanos, espero que puedas entender.—dijo tras entregarme su medalla.

El metal frío del que estaban compuestas las medallas reposó sobre mis manos, sentí una amargura en mi garganta y mis ojos se pusieron pesados. Volteé a ver hacia ellos, tratando de encontrar una forma de convencerlos, mientras veía como se alejaban lentamente.

Al final no dije una sola palabra, viví lo mismo que ellos, la mazmorra nos destrozó. Tomé con fuerza sus insignias y agaché la cabeza, poco a poco me senté cabizbajo por la ansiedad, mi cabeza se sentía pesada, no, todo el cuerpo se sentía raro.

Mi mente estaba difusa, el ether a mi alrededor empezó a actuar extraño, se movía erráticamente, como si mis emociones lo influenciaran. Empecé a hundirme lentamente en la desesperación, era fácil entender su mensaje, ahora estaba solo.

«Me pregunto, si ser aventureros fue un error».

Sentí la presencia de alguien a mi lado. Volteé a ver, Nagisa estaba sentada, parecía estar triste. Jessica nos observaba desde la distancia, aunque su rostro denotaba preocupación, no parecía querer acercarse.

Dejé que mi cuerpo cediera. Viendo el cielo nuevamente, las estrellas habían desaparecido, devoradas por las nubes oscuras de una tormenta que se avecinaba. Empecé a preguntarme que clase de expresión tenía mi rostro. Ya no tenía el espejo para saberlo.

Los recuerdos de todo lo que había vivido invadían mi mente, no podía tranquilizarme, sentía impulsos destructivos, deseaba golpear todo, destruir el lugar usando ether, controlándome a duras penas.

Mientras veía el cielo me distraje por el hermoso cabello carmesí de la chica que tenía a mi lado, de alguna forma verla logró calmarme, no había tenido esa clase de sentimientos desde hace mucho, era reconfortante.

Nagisa me miró mientras vacilaba, al parecer no podía encontrar las palabras adecuadas, parecía estresada, algo confundida, por alguna razón presté atención a cada una de sus expresiones, como si estuviese hipnotizado.

Cronos: Tale of the dark adventurerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora