La voluntad del cobarde

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La voluntad del cobarde

Tras dos días viajando sin descanso al puesto fronterizo, tuvimos que detenernos a tomar suministros en un pueblo. Por desgracia, no hubo tiempo para relajarse, en cuanto Kai logró comprar suministros, tuvimos que irnos.

Cayó la noche y continuamos cabalgando, era sorprendente que los caballos pudiesen seguir el ritmo, yo mismo estaba algo cansado y el Jilk estaba dormido. La mirada desesperada de Kai no cambió, el viaje avanzó hasta que las monturas se desmoronaron por el cansancio, obligando a Kai a detenerse.

Paramos en un llano cercano a un paso rocoso, no conocía bien el área o sus peligros, pero prefería luchar con bestias a andar sin descanso por otro día. Kai trató de armar una fogata tomando cualquier rama que se encontraba por el suelo y juntando un par de rocas, me sorprendí ante su estupidez y encendí la fogata con un disparo de fuego, la formulación era tan sencilla que ni valía la pena mencionarla.

—Ahí tienes —dije, mientras me estiraba. —Mira que viajar sin descanso no es lo mío, aunque admito qué es bastante rápido. Entre más cerca estemos de la zona de guerra, más necesitaremos nuestras energías... además, Hiyori estará bien sin nosotros.

Kai se indignó al escucharme, hasta el punto en el que trató de golpearme en vano. —¿Y tú como lo sabes? ¿Cómo puedes saberlo? —gritó enfurecido.

Disparé una flecha de Sylph bajo sus pies, haciendo que se cayera al perder el equilibrio.

—Contrólate, ¿quieres? Conozco bien a esa fiera, he convivido más tiempo con ella que tú, estará bien siempre y cuando no se encuentre con algún monstruo más feroz. —repliqué mientras suspiraba. —Después de todo, ella es más fuerte que tú, yo, Shizu o cualquier aventurero por nuestro rango de edad que haya conocido, quién sabe, quizá ya hasta sea de rango platino.

Kai bajó la cabeza rechistando, suspiré para luego rascar mi cuello, me acerqué al equipaje del corcel que yacía para tomar la espada, desenvainando su filo y apuntando en contra de mi compañero.

—Te enseñaré un poco de lo que aprendí en la montaña, estoy ansioso por ver que puede hacer el alumno de Hiyori —expresé con una sonrisa forzada en el rostro. Lo cierto era, que solo quería probar mi fuerza con un semejante.

Kai dio una carcajada hasta hartarse y posteriormente desenvainó sus armas, aceptando el reto.

—Te advierto, dudo que un mago pueda ganarme en duelo de esgrima —dijo con una sonrisa arrogante.

Empuñé la espada usando ambas manos, levantándola por encima de mi hombro y manteniéndola cerca del pecho, una pose básica para arremeter con una estocada. Una que mi oponente probablemente conocía.

Se preparó para recibir la arremetida, para su sorpresa resultó ser una simple finta, para esconder una barrida acompañada por una patada que lo tiró por el aire, una acometida que continué colocando el filo por sobre su cuello, el duelo había terminado con suma facilidad.

—Es mi victoria —comenté extendiéndole la mano.

La mirada de Kai se tornó turbia ante la derrota, no medio una sola palabra y aceptó mi ayuda por puro código de honor, esa noche, entrenó los movimientos de la espada del Norte como si no tuviese alma.

«Me sorprende que haya llegado tan lejos, como sospeché, no hubo forma de que Hiyori le enseñará a luchar con cosas que no fuesen bestias durante tan poco tiempo. A como está, no durará nada en un campo de batalla... bueno, tampoco es que yo tenga mucho que ofrecer».

Me senté en el suelo, dándole un vistazo a la palma de mi mano cerca de la fogata, no estaba del todo bien, no solo había abandonado a Shizu aunque fuese por su propio bien, también iba a enfrentarme a demonios contra los que no tuve oportunidad un tiempo atrás.

Cronos: Tale of the dark adventurerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora