Una maldición piadosa

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Una maldición piadosa

Contemplé cuidadosamente su expresión, no podía creer en sus palabras, no, para ser sincero no quería creerlo, pues había olvidado que conocía el aciago destino que le deparaba a su dúo.

Tapé mi frente con la mano derecha mientras sentía como una pesadez recorría mi cuerpo, conocía esa sensación, un poco de miedo mezclado con una culpa dispuesta a consumir cada atisbo de mi ser.

«¿Por qué me olvidé de esto? Les ofrecí mi ayuda, pero nunca llegué a hacer algo real por ellos. Ahora lo que se encuentra ante mí, pese a ser lo mismo, es fundamentalmente diferente».

Su rostro me parecía conocido, era como ver un vago espejismo de lo que fue alguna vez, de no ser por la marca de la cicatriz, sería incapaz de reconocer a la persona que se cernía ante mí, buscando una respuesta de mi parte, que quizá al igual que yo, sabía que solo atraería sufrimiento a su vida. Ella me observó expectante por una respuesta, una respuesta que yo tenía, pero no deseaba entregarle.

—¿Entonces si me conoces? No entiendo porque, pero tu rostro se me hace conocido.

Hice una mueca a modo de sonrisa falsa mientras me esforzaba por recordar la historia de los hermanos. Tras pensarlo por un momento, suspiré mientras la miraba de reojo, si era cierto que había olvidado aquello, quizá sería lo mejor para ella.

—No. Simplemente te me hacías conocida. Pero viendo de cerca no te pareces a ellos.

Ella se extrañó.

—¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

Pensé mi respuesta por un momento, para luego guardar mi monedero en uno de los bolsillos del cinturón.

—Un par de gemelos desafortunados, me temo que llegados a este punto ya no están con nosotros. Les ofrecí mi ayuda, pero al final no hice nada por ellos.

El gato que había traído salió de la mansión abandonada y se acurrucó entre sus brazos, mientras que ella parecía estar pensando las cosas. Tras un silencio incomodo decidí continuar con mi camino, no sin antes despedirme.

—De todas formas, si necesitas ayuda puedes hablarme. No seré la persona más fuerte, ni la más confiable. Pero... me gustaría que dejes un poco del peso que cargas sobre mis hombros.

Cuando volteé a ver su rostro pude ver como una lágrima recorría su rostro.

—¿Por qué me ofreces tu ayuda? Has dicho que no me conoces.

Sonreí tenuemente mientras apartaba la mirada.

—No hay una razón en particular, es solo que, no quiero cometer los mismos errores de nuevo.

Ella se limitó a observarme con una sonrisa forzada, cerré los ojos tenuemente y me di la vuelta.

—Bueno, ya es hora de que me vaya.

Como esperaba, no hubo ni una palabra más por su parte, aunque personalmente seguía preocupado, había un asunto más grande que tenía que desvelar, en cuanto a que tan peligroso era... no lo sabría hasta encontrar una pizca de información.

«Bueno, al menos conseguí una buena paga. Me pregunto de que trabaja esa chica para ganar tanto, con una mascota como esa, supongo que será una guardia o una aventurera».

Nada más regresar a la cabaña tiré las piezas de armadura que el gato había roto, la cota de malla era lo único que había salido ileso, por suerte protegió mi camisa y tampoco llegó a hacerle daño a mi pantalón.

—Tendré que comprar una armadura nueva, justo cuando me estoy quedando sin dinero. Ese trabajo me hizo más mal que bien, voy a quedar en quiebra.

Suspiré con pocos ánimos mientras revisaba las otras peticiones que todavía me faltaba cumplir, la misión de cacería era la que me ayudaría a reponerme, claro, eso sería si tenía suerte, generalmente los monstruos se movían en grupos lo suficientemente grandes como para valer hasta tres piezas de oro en material.

Cronos: Tale of the dark adventurerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora