Bajo el fulgor dorado
El hombre de cabello dorado vagaba por un desierto de arena negra, había cruzado el mar por obra de alguna hechicería. Llevaba a su amada por sobre su hombro, sosteniéndola con un trozo de tela.
—Un poco más —pensó en voz alta.
Ya desde hace meses que había empezado a entablar conversaciones consigo mismo, de lo contrario, trataba de hablar con su amada, pese a que ella permanecía inerte. Al abrazarla, podía sentir su calor, ella estaba con vida, pero, era como si no estuviese ahí.
Recordaba con recelo su sonrisa, los buenos tiempos que alguna vez vivieron, sus sueños, sus esperanzas... Al final, el hombre se mantenía vivo a duras penas, sobreviviendo a hordas de bestias, el calor del desierto y estando a punto de la inanición por mantener viva a su amada.
De paso, recordó el rostro de su amigo, la desesperación que se había engravado en su tez y la lanza que perforó su estómago, orillando a su amada a sacrificarse.
—Me pregunto que estará haciendo ese idiota. —dijo mientras observaba el horizonte.
Tras tomarse un tiempo para respirar, apartó la mirada del horizonte. Un estruendo azotó la arena, lo que esperaba, tras aquello, era una bestia similar a una araña, gigante y con coraza como de hierro.
El hombre suspiró, atando con mayor fuerza a su amada, para asegurarse de que no cayera. Desató su hacha de batalla con el mango roto por la mitad y, tras concentrarse un momento, siguió un ritmo de respiración exacto.
Su sangre empezó a circular a altas velocidades, incluido su corazón, palpitando a una velocidad inhumana. La piel se le hizo como de bronce, hundiéndolo más en la arena, finalmente apuntó su arma hacia la bestia, como desafiándola.
Por supuesto, no es que ninguno entendiese al otro, pero, con el simple lenguaje corporal, la bestia rugió de ira ante su provocación. Cavó con sus patas, que parecían cuchillas, y se enterró en la arena.
Uno, dos, tres, cuatro segundos. Esperó pacientemente y en cuanto se dio el momento exacto, levantó el brazo izquierdo con el que sostenía el hacha, posteriormente dio un paso hacia atrás y tras un segundo más, propinó un tajo descendente que rebanó la quijada de la bestia con facilidad.
Lanzó el hacha hacia el cielo, saltando hacia el lado mientras sostenía a su amada, poco después, se aseguró de que el arma llegase a tiempo para tomarla de un salto y realizar un contraataque, balanceando un tajo descendente contra los ojos del lado izquierdo del insecto.
Sangré brotó de la herida y la criatura retrocedió, finalmente, el hombre de cabello dorado suspiró. Sentía como si el hacha estuviese uniéndose a su brazo.
De un momento a otro, sintió como si fuese uno con su arma, él era el hacha y el hacha era él. ¿Sería solo una sensación? Ciertamente, si se detenía a ver, el arma no era parte de su cuerpo, de hecho ya ni parecía un arma, parecía más un trozo de acero pegado a un palo.
Sin embargo, de otro tajo, logró partir a la bestia de un solo movimiento.
Su sangre y entrañas permanecieron dentro del caparazón, el corte era así de limpio, perfeccionado tras meses de lucha constante. Sin prestarle atención a su víctima, continuó adentrándose en el desierto, eso hasta encontrarse con un templo abandonado.
En el templo, dejó a su amada reposar cerca del altar. Rebuscó todo lo que pudo, encontrando un arbusto de frutos escondidos tras una pila de escombros.
«Debe ser un milagro» pensó.
Arrancó todos los frutos que pudo y, con paciencia, alimentó a su amada, dejando solo lo suficiente para él. Luego, observó que la fuente del templo todavía conservaba agua de un tono prístino, decidió probarla, sorprendiéndose por su buen sabor y pureza.
No tardó en arrancar una hoja del arbusto, dándole a su amada sustento.
Tras terminar, pudo escuchar una voz extraña dentro de su cabeza.
—Mi querido niño, déjame salvarte.
Era una voz femenina, ¿o quizá masculina? Era difícil de distinguir, sin embargo, su mera presencia lo había hecho arrodillarse sin que se diese cuenta.
—Hagamos un trato —dijo, con una voz más femenina que la anterior.
Observó de reojo como un mechón de cabello de su amada se teñía dorado, viéndola abrir los ojos lentamente. No pudo evitar soltar una lágrima, mientras la presencia lentamente iba bañándolo con su calor.
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Cronos: Tale of the dark adventurer
FantasyHayato Endou es un joven de la aldea Momozono, el cual sueña con ser un gran aventurero del que se cuenten historias y leyenda. Cuando su solicitud de ingreso al gremio es aceptada inicia su travesía como aventurero, viajando por las tierras en busc...