El rayo plateado

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El rayo plateado

Hubo un silencio incómodo entre ambos, era algo de esperarse, estábamos sorprendidos. No pude evitar pensar: 

«¿Kai logró sobrevivir?».

Para mayor sorpresa, tenía un collar hecho de finos hilos dorados, luciendo los colmillos de alguna bestia, acompañados por una insignia plateada. No podía creer que alguien que recordaba débil pese a tener potencial estaba tan cerca de mí pese a todo el empeño que había puesto en esos años que pasé en la montaña.

«¿Será que no me estoy esforzando lo suficiente? No… ¿Qué me pasa? Debería estar feliz por él, logró sobrevivir. Es natural que se haya hecho fuerte, Hiyori lo entrenaba personalmente después de todo».

Tras un par de segundos parados sin decir nada, Kai fue el primero en atreverse a hablar.

—¿Así que también caíste en Murim? Tremenda coincidencia—dijo con una risa nerviosa. —Bueno, no es de extrañar, eres bastante fuerte—expresó con algo de frustración y miedo, reflejándose en su voz.

Decidí dejar atrás los celos y extenderle la mano de forma amistosa.

—Es un placer ver que sigues con vida—expresé con una sonrisa.

Él aceptó el apretón de manos y luego recordó que se le había caído la bolsa de manzanas. Las recogió y luego volteó a verme con una expresión seria.

—Dime, Hayato. ¿Te interesa ayudarme con un encargo?—comentó con la voz algo temblorosa.

Me sorprendí un poco por la repentina oferta, pero, cualquier tonto, sabría por qué alguien tan orgulloso como él solicitaría ayuda.

—¿Qué tan peligroso es? Siendo sincero, no me he arriesgado mucho, últimamente—respondí ante su oferta.

Él suspiró y luego extendió su mano izquierda hasta una de las bolsas de su cinturón. Era una de esas malditas peticiones para ayudar en la guerra contra los invasores de K’ramor.

—¿Por qué demonios querrías ir a suicidarte peleando con esos monstruos?—pregunté molesto.

Él no tardó en dar su razón, nadie podía estar más determinado que él.

—¿Sabes sobre la espada carmesí?—cuestionó.

—Por supuesto, es la única razón por la que estoy aquí—respondí.

—Entonces, sabrás que no se encuentra en este lugar. Indagando por la zona y haciendo un par de favores al gremio, logré darme cuenta de su paradero actual—comentó mientras apretaba el puño.

—¿No me estarás diciendo que…?—cuestioné

—Sí, ella se encuentra justo en el lugar de donde se realizó la petición. Si en serio, se trata de la maestra, debo encontrarla sin importar lo que cueste. Tú entiendes como me siento, ¿no, Hayato?

Suspiré ante su pregunta.

—No sé qué es lo que creas. Pero yo solo soy un entrometido que se preocupa por su bienestar. Tanto por él de ella como el de Lorgell, Aoi, Nagisa, Rin, incluso el tuyo. Puede que sea algo soberbio o egoísta, pero solo he viajado tanto y me he esforzado para proteger a las personas que me importan.

Kai pareció sorprendido por lo dicho, por mi parte tomé un respiro antes de continuar.

—Al principio solo buscaba libertad, una forma de salir de la rutina, evitar pensar en las cosas molestas y divertirme con mis amigos. Ser aventurero, es, bueno, un sueño idealizado, diría yo. Arriesgas tu vida por unas monedas, pierdes compañeros y sufres, aunque bueno, la invasión no tiene nada que ver con la aventura que escogimos.

Cronos: Tale of the dark adventurerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora