Cap.60🍭

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Los Alfas no habían querido moverse de la habitación de Sungie por nada del mundo esperando con ansias ver a su Omega abrir sus ojos pero parecía que el proceso iba más lento. Los minutos se volvieron horas y finalmente esas horas pasaron a ser tres interminables días en los cuales la desesperación de los Alfas se acrecentaba más y Sungie seguía sin despertar.

Pero no perdían la esperanza y tampoco dejaban de hablarle cosas bonitas y de dejarle caricias, de esa manera ellos podían sentir como el lazo con Sungie poco a poco iba regresando, lo sentían de nuevo débil pero ahí estaba otra vez. El aroma de Sungie también de apoco se hacía presente en la habitación, esporádica y escasamente los alfas podían percibir el suave aroma a algodón de azúcar y cerezas.

La madre de los Alfas tuvo que entrar una vez cada día para relevar a los alfas mientras ellos iban a casa a asearse y luego volvían a tomar su puesto ya que no querían demorar nada, no comían mucho y dormían poco; esperando pacientes el progreso de Sungie.

Felix, San y los demás también habían ido a ver a Sungie y dejarle regalos los cuales estaban dispuestos todos sobre una mesa más allá. Cajas de chocolates, galletas, dulces, flores, globos, osos de peluches y tarjetas.

—Vamos bebé tus Alfas te están esperando. —Repetía por milésima vez Minho sin soltar su mano.

Estaban cansados, tenían ojeras y los dos estaban un poco demacrados pues la espera los desgastaba pero el deseo de ver a Sungie despertar los sobrepasaba.

Lee know del otro lado de la cama dormitaba un poco también sin soltar de la mano a Sungie, en un Momento el sueño le ganó y su acabeza quedó cómodamente colocada cerca del estómago de Sungie.

Minho también, cerró sus ojos un momento para descansar pero se resistia a caer en los brazos de morfeo aún, pero también acomodó suavemente su cabeza sobre la cama cerca del pecho del omega.

La habitación olia deliciosamente a cosas agradables, las cosas más bonitas y deliciosas del mundo. Se sentía paz, armonía y quietud en aquella habitación, por ello el corazón de Sungie estaba tan relajado y regocijado así que sonrió aspirando aquel aroma que lo hacía tan feliz, una mezcla como de un postre delicioso, Galleta, Chocolate y Cerezas. ¿Había un postre perfecto? Porque si lo había entonces para Sungie era ese.

Abrió sus ojitos miel tratando de acostumbrarse a la claridad de la luz de la habitación en la que descansaba. Vio el techo blanco, miró a su lado unas máquinas que hacían ruidos curiosos, otra que medía su pulso y varias cosas conectadas en sus manitas, con delicadeza comenzó a quitar todas esas cosas en sus manos y en sus brazos, tenía un gancho que le apretaba su dedo, era la cosa que le monitoreaba el pulso, lo arrancó despacio, el suero también lo arrancó y cuando sintió sus manos libres se pudo sentar mirando bien a su lado.

—¿Chocolatito?

Minho quien finalmente se había quedado dormido no sintió hasta que una de las manos del Ommega acarició dulcemente su mano la cual descansaba sobre una de sus piernas.

—¿Chocolatito? ¿Galletita?

Lee know también dormía del otro lado, finalmente después de tres días sin dormir su cuerpo les exigía descanso.

El primero en despertar lentamente fue Minho quien sintió primero el aroma de Sungie a la perfección, abrió sus ojos de inmediato cuando sintió la mano cálida del omega acariciar la suya.

—¡Sungie! Por fin despiertas... Dios bebé Nos tenías tan angustiados.

Minho se levantó para acunar el rostro de Sungie en sus manos y darle un beso esquimal.

El Bebe De Los Alfas LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora