Cap.37🍭

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Aquel joven Alfa sacerdote miraba a San quién estaba muy pensativo ese día, quizá era que extrañaba al pequeño Sungie tal vez... el viejo le había tomado mucho cariño ya que jamás había podido tener hijos propios porque la Omega con la que se había casado era infertil y ella murió sin dejarle descendencia al viejo San.

Por eso cuando Sungie llegó a sus vidas se había encariñado mucho con el Omeguita.

—¿Qué tanto piensas San? La comida ya se te enfrió... ¿Es porque extrañas a Sungie? Uno de sus Alfas llamó y dijo que el fin de semana vendría a visitarnos, si eso es lo que te tiene así hombre.

El viejo San parpadeó saliendo del extraño transe al oír al sacerdote.

—Ahh No, no es eso... ¿Oiga Joven Kim... recuerda a aquella mujer que vino hace unas noches? La andrajosa.

El sacerdote levantó una ceja mirando detenidamente a su guardian. Si la recordaba, aunque no la vio difícilmente se podía olvidar a un alma necesitada. Y de esas llegaban mucho a la iglesia.

—¿Qué hay con ella San?

San se acomodó en su silla revolviendo su pasta con el tenedor sin comer nada.

—No me sale de la cabeza que esa mujer me recuerda a alguien ¿No habrá sido ella la Madre del pequeño Sungie? ¡Quizá volvió por él!

—Pero tú mismo dijiste que no te pudo decir nada y que a penas si podía hablar... solo te dijo unas cuantas palabras.

San asintió pero es que aquella mujer le causó algo que no podía descifrar, era como si ya la conocía, sus ojos... estaba seguro de que era la madre de Sungie pero lo raro es que cuando salió a buscarla para que entrara a la casa ella ya no estaba.

Flashback

San se encontraba en ese momento preparando la cena para él, el Sacerdote y los jóvenes seminaristas que ya habían llegado a vivir en la casa que eran 2 betas, 2 Alfas y 2 Omegas.

Entonces salió al jardín para cortar hierbas que el mismo cosechaba para condimentar su sopa y de lejos vio una sombra merodear los alrededores de la iglesia.

Movido por la curiosidad decidió seguir la sombra y se dio cuenta que era una mujer, mal arreglada y sucia con el cabello totalmente desordenado y en su cabeza había una herida que quizá ya llevaba días abierta pero ya no sangraba.

Ella lo vio cuando él se puso bajo una luz de un alto poste y se asutó retorciendo.

—¿Hola? ¿Necesita ayuda señora?

La mujer titubeo un poco y ladeo su cabeza a un lado como tratando de entender.

—B-bebé... b-bebé b-betita...

—¿Tienes a un bebé ahí? ¿Vienes a dejar a tu bebé? —San buscaba al bebé, algún bultito o algo que le dijera que ella llevaba al "bebe" del que Balbuceaba.

—B-bebé... b-betita

—¿Beta? Necesitas ayuda, esa herida no se ve nada bien.

San trato te tomarla del brazo para ayudarla a entrar en la iglesia pero ella retrocedió asustada.

—No... ¡No! M-mi bebé...

—¿Cómo te llamas? ¿Cómo se llama tu bebé?

Ella trataba de entender que era lo que el hombre le decía, pero no lo lograba, solo recordaba a su bebé pero tampoco recordaba su nombre solo que era un dulce y tierno beta. Ni si quiera se acordaba de su nombre.

El Bebe De Los Alfas LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora