42. Dʀᴇᴀᴍ ᴏɴ

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Dean se despertó lentamente, sus ojos se enfocaron en el techo desconocido sobre él. La confusión lo invadió de inmediato, y una leve punzada de dolor en la cabeza le recordó que algo había sucedido. Se incorporó, sintiendo la textura suave de las sábanas debajo de él, y miró a su alrededor. La habitación era acogedora y bien decorada, con muebles de madera oscura y fotos enmarcadas en las paredes.

Antes de que pudiera procesar más, una voz femenina lo sacó de sus pensamientos. —Cariño, ¿todo bien?— Una mujer morena se acercó a él, inclinándose para darle un beso en los labios. Este se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. Ella lo miró con una expresión de preocupación y confusión.

—¿Estás bien? ¿Te sientes mal? —preguntó, tocándole la frente como si buscara signos de fiebre.

El rubio la miró fijamente, tratando de recordar quién era ella. —Sí, estoy... estoy bien creo— respondió, todavía aturdido. La mujer lo observó unos segundos más antes de sonreír, aparentemente aliviada.

—A juzgar por como estás debiste de beber bastante con los chicos del taller ayer, después del trabajo.— dijo ella, mientras recogía un bolso y unas llaves de la cómoda. —Por cierto, recuerda que tienes que ir a recoger el traje a casa de tu madre.

Dean la miró, aún más confundido. —¿El taller?¿Mi madre?¿De qué estás hablando?

Ella se rio suavemente. —Vaya te has levantado muy gracioso esta mañana, Dean. Sabes exactamente de qué hablo. Bueno, tengo que irme al colegio. Nos vemos más tarde.— Le dio otro beso y salió de la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos.

El cazador se levantó lentamente, sus movimientos eran cautelosos. Caminó por la casa, observando cada detalle. Había fotos de él y la mujer por todas partes: en la sala de estar, el comedor, incluso en la cocina. Las imágenes mostraban momentos felices y cotidianos, pero Dean no reconocía ninguno de ellos.

Al salir a la calle se dio cuenta de dónde estaba, en Lawrence, Kansas; todavía recordaba el lugar en el que había pasado parte de su infancia. El Impala estaba estacionado en frente de la que había dado por hecho que debía ser su casa.

Mientras conducía, trataba de organizar sus pensamientos. Nada de esto tenía sentido. La última cosa que recordaba era estar en aquel callejón, y ahora... ahora parecía estar viviendo una vida que no era la suya. Sin embargo, no pudo evitar pensar en que por lo que la morena que estaba en su casa le había dicho "Recuerda ir a recoger el traje a casa de tu madre" , podría ser posible, es que a caso su madre estaba viva.

Al llegar, se quedó de pie en el camino de entrada, observando la fachada con una mezcla de asombro y nostalgia. La casa estaba exactamente como la recordaba antes de que todo cambiara, antes de que la tragedia los obligara a huir. Cada detalle era un eco de su infancia, un recuerdo palpable que lo envolvía con una sensación extraña de familiaridad y desorientación.

Con un nudo en el estómago y las manos temblorosas, subió los escalones del porche y llamó a la puerta. Para su sorpresa, Mary Winchester, su madre, le abrió con una sonrisa cálida y acogedora.

—Dean, ¿Qué haces aquí tan temprano?—preguntó ella, con una mezcla de sorpresa y alegría.

Este se quedó sin palabras por un momento, contemplando el rostro de su madre. Era realmente ella, en carne y hueso. Sin poder contenerse, se lanzó a sus brazos, abrazándola con fuerza. Había echado tanto de menos a su madre que las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos.

—Mamá.— dijo abrazándola aun más fuerte.

Mary se sorprendió un poco por la intensidad del abrazo, pero correspondió con ternura. —Oh, oye, ¿todo está bien?

EL NEGOCIO FAMILIAR | (Dean Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora