57. ¿Qᴜᴇ́ ᴏᴄᴜʀʀᴇ?

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A la mañana siguiente, Kate estaba afuera apoyada en el Impala, con su bolsa a sus pies. El sol apenas había empezado a asomarse sobre el horizonte, proyectando largas sombras sobre el aparcamiento del motel. La brisa matutina era fresca, y el aire estaba lleno de la promesa de un nuevo día. Estaba esperando a ambos hermanos, pues había recibido hacía un par de horas un mensaje de Sam, diciéndole que habían encontrado otro caso.

Observaba con una mirada distante el entorno tranquilo cuando vio a los Winchester salir del motel con sus bolsas. Sam la saludó con una sonrisa amigable.

—Buenos días. —dijo con un tono cálido.

Esta le devolvió la sonrisa.—Buenos días, Sam.

Dean, en cambio, no dijo nada. Mantuvo su rostro impasible mientras se acercaba al Impala, abrió el maletero y comenzó a meter sus cosas. Cada movimiento suyo era meticuloso y preciso, pero su silencio era ensordecedor. La castaña no se molestó, pues sabía que la elección que había tomado era la adecuada. 

—Encontré un caso en Calumet City, Illinois. Parece que ha habido una cantidad de suicidios extraños.— explicó el alto, notando la tensión entre ambos.

—¿Suicidios extraños? —preguntó esta, mientras también metía su bolsa en el maletero.

—Sí, hay algunos detalles que no cuadran. Podrían ser obra de algo sobrenatural —explicó Sam.

Antes de que pudieran profundizar más en la conversación, Dean los cortó, su voz firme pero sin emoción.—Puedes seguir explicándole todo lo que quieras mientras que estamos de camino. Estamos a seis horas de allí, por lo que no debemos perder el tiempo.

Los castaños intercambiaron una mirada antes de asentir. Los tres se metieron en el coche, con Sam en el asiento del copiloto y Kate en el asiento trasero. Dean encendió el motor del Impala, y el ronroneo familiar del coche llenó el silencio incómodo.

Al rato el copiloto, había comenzado a detallar lo que había encontrado sobre el nuevo caso.

—He leído todos los informes sobre los suicidios —comenzó —. Parece que las víctimas no tenían antecedentes de depresión ni de problemas mentales. De hecho, todas eran personas felices y con vidas normales, al menos en apariencia.

La cazadora, desde el asiento trasero, escuchaba atentamente mientras observaba los documentos en su portátil.—¿Alguna conexión entre las víctimas? —preguntó, con voz tranquila pero inquisitiva.

—Ninguna que haya encontrado hasta ahora —respondió Sam—. Excepto que todos dejaron notas de suicidio que no parecían tener sentido.

Kate frunció el ceño, pensando en las posibles causas sobrenaturales.—¿Y las notas? ¿Algún patrón? —inquirió.

—Las notas eran bastante vagas —contestó el castaño—. Decían cosas como 'Era lo mejor' o 'No tenía otra opción'. 

—Podría ser un demonio —murmuró la del asiento trasero—. O un espíritu vengativo. Algo que se alimenta de la desesperación y la tristeza.

Dean, entretanto, mantenía su mirada fija en la carretera, sus manos apretaban el volante con fuerza. No intervenía en la conversación, pero aceleraba el coche más de lo necesario, algo que Sam y Kate notaban pero decidían no mencionar.

Después de unas horas de conducción ininterrumpida, el conductor dirigió el coche hacia una gasolinera para reabastecerse y comprar algunas bebidas. Sin decir una palabra, salió del coche, dejándolos solos.

Sam se giró en su asiento para mirar a Kate, que estaba revisando información en su portátil.

—¿Qué ha pasado entre tú y Dean? —preguntó con suavidad, pero con una evidente preocupación en su voz.

EL NEGOCIO FAMILIAR | (Dean Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora