13.Hᴀ ᴘᴀsᴀᴅᴏ ᴛɪᴇᴍᴘᴏ...

71 9 26
                                    

Whitefish, Montana

Habían pasado cuatro semanas desde que salieron del hospital y la cabaña de Bobby, se había convertido en su refugio temporal. Sam estaba sentado en un sillón, absorto en la lectura de un grueso libro. Mientras tanto, Dean y Kate estaban acurrucados en el sofá, inmersos en la televisión.

La puerta de la cabaña se abrió y Bobby entró, caminando hacia la televisión. —¿Qué ha pasado?— preguntó, señalando la pantalla.

Dean, sin apartar la vista de la pantalla, respondió emocionado.

—Owen le ha dicho a Cristina que le puso los cuernos.

—Oh, no me lo puedo creer.— exclamó el de la gorra sorprendido. Desde que habían llegado allí, todos excepto Sam se habían enganchado a una serie de médicos.

—Bobby—El castaño levantó la vista de su libro—¿Qué tal van las cosas fuera de la cabaña? Ya sabes, el mundo real.

Este alcanzó una cerveza y se sentó. —He avisado a todos los cazadores que conozco sobre los leviatanes, pero no he encontrado rastro de ninguno de esos monstruos.

La cazadora se giró en el sofá, apoyando sus manos en el respaldo. —¿Has averiguado algo más sobre qué son exactamente los leviatanes?

Bobby se rascó la barba.— Aparte de saber que tienen largos dientes y una lengua asquerosa, que se alimentan de humanos, que tienen un líquido negro en vez de sangre y que nada parece poder matarlos, no sé mucho más.— tras decir eso, dio un buen trago al botellín.

—¿No tienes algún libro aquí que pueda darnos más información?—preguntó Sam.

El cazador más veterano negó con la cabeza. —Hace décadas que no piso esta cabaña. Todos los libros que tenía ardieron junto con mi casa en Sioux Falls.— dijo dando otro largo trago.— Tendré que ir a cada lugar donde tenía copias de cada uno.

Kate lo miró sorprendido. —Está claro que siempre tienes un plan B.

—Así es Bobby.— admitió el que estaba sentado a su lado.—Ojalá pudiera acompañarte, pero hasta dentro de unos días no me quitan esta asquerosa cosa. — comentó rascándose la escayola.

El de la gorra soltó una ligera risa.—No te preocupes. Tenéis que descansar.

—Sam y yo podríamos acompañarte.— dijo la castaña entusiasmada.

Dean arqueó una ceja.—Piensas dejarme solo, aquí.— murmuró poniendo un tono de tristeza irónico.

—Vamos Dean, te has roto un brazo, no seas exagerado.— le respondió ella.

Pero Bobby negó una vez más con la cabeza.—Estás loca si piensas que voy a dejaros a Sam y a ti acompañarme.— dijo mirándolos.—Los leviatanes siguen por ahí, y vosotros siempre conseguís meteros en líos.

—Además, — añadió el rubio.— No es por nada, pero Sam sigue con puntos y jaquecas de vez en cuando y tú...—dijo señalando a Kate—Tardaste tres días en despertarte. Así que estoy con Bobby.

El que era su figura paterna asintió y, tras recoger sus cosas, se despidió de los cazadores. El resto del día transcurrió tranquilamente. Hicieron una pequeña compra en un supermercado cercano, el par de castaños. Mientras que el mayor de los Winchester seguía pegado a la televisión. Y para cenar, tomaron unos sándwiches fríos, recién comprados. Poco a poco, con el paso de las horas, uno a uno, fueron quedándose dormidos.

Excepto Kate. Con movimientos cuidadosos, se levantó del sofá y apartó con delicadeza la mano con la que Dean la rodeaba. Miró a Sam, quien también roncaba en su sillón, y con sigilo tomó una chaqueta y salió al exterior.

EL NEGOCIO FAMILIAR | (Dean Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora